Isi, corazón de barrio
La confitería de Alicia Rodríguez Sánchez, un referente del comercio de Emérita Augusta
La historia de la confitería Isi es la del triunfo del comercio de barrio en Mérida. No es una tarea fácil hablar con Alicia Rodríguez Sánchez, la encargada y dependienta de este negocio, ubicado en la céntrica calle Calderón de la Barca. Es mucha la gente que entra y sale de la tienda para comprar caramelos, golosinas, frutos secos, bollería, pan... El género rebosa en varios estantes, en cajas transparentes y en la propia vitrina del mostrador.
Desde su fundación, allá por 1992, la tienda se las ha apañado para sobrevivir durante todo este tiempo. Sus progenitores, José (conocido como Pepe patata porque repartía chucherías por los bares de la capital) e Isidra, fueron los que hace más de tres décadas levantaron la persiana. «En el negocio siempre estaban mis padres y yo recuerdo, de siempre, criarme entre estas paredes y jugar por esta calle con mis hermanos. Es emocionante sentir el poso que dejaron y que yo continué», explica Alicia a este periódico.
Para muchos jóvenes, especialmente los que han hecho vida académica en el colegio Suárez Somonte, la confitería Isi ha sido y es un punto de referencia para pasar las tardes como en casa. «¿Compramos unas pipas donde la Isi?, ¿Una bolsa de regalices?, ¿Algunos paquetes de patatas?, ¿Unos refrescos?», señala un cliente habitual desde la infancia.
Con el paso de los años esta dependienta comenzó a crear vínculos de confianza con los compradores asiduos. «Estoy muy contenta aquí. Adoro este sitio y el buen trato con la clientela», dice con una sonrisa. No hay niño en Mérida que no se haya gastado su paga en este local. «Aquí han comprado generaciones de emeritenses. Conocemos a los padres, a los hijos, los nietos...», indica. Cada vez quedan menos tiendas de las de siempre. De esas a los que fueron tus abuelos, tus padres y ahora visitas tú de vez en cuando. Aquellos que han pasado de generación en generación y que para sus dueños son más que una forma de vida. Es la historia de su familia.
Las gominolas han ido adoptando diferentes formas y colores, aunque las que triunfan «son las de siempre»: «las moras, los ladrillos, las dentaduras, las fresas...», apunta. Eso sí, esta dulce tentación al igual que los productos de bollería resulta más irresistible para unos que para otros. «Comen más golosinas y chocolate los padres que los hijos», bromea. Además asegura que «la gente que viene repite, que es lo bueno. Puedo decir orgullosa que toda Mérida conoce este local».
No hay muchaho en la ciudad que no se haya gastado la paga alguna vez en este popular negocio