Prohíban los móviles a menores de edad
La clave de este asunto es que un menor no puede estar expuesto a imágenes la mayor parte del tiempo que está despierto. Bien es cierto que un adulto tampoco debería, pero los adultos son responsables de sí mismos
El 1 de febrero, Mark Zuckerberg, propietario y responsable de Meta (Instagram, Facebook, WhatsApp), no solo tuvo que comparecer en la Comisión de Asuntos Judiciales del Senado de Estados Unidos. También tuvo que disculparse ante familias de menores con vidas arrasadas por las herramientas que él gestiona.
Fue a petición —más bien exigencia— del senador republicano Josh Hawley («¿Le gustaría disculparse ante estas buenas gentes?»). Allí estaban, familiares de menores que se habían suicidado, padecido trastornos de ansiedad, alimentación o depresión. El dueño de Meta se giró, les miró con gesto sombrío y dijo: «Nadie debería haber pasado por lo que sus familias han pasado».
Las redes sociales son solo la punta del iceberg de lo que significa que los menores tengan en sus manos, con total libertad, un dispositivo «inteligente». Yo siempre digo que un «smartphone» es un arma y que nadie le daría un arma a un niño. Me temo que la sociedad está todavía lejos de comprenderlo. Ojalá no hagan falta traumas colectivos para ello.
Hay quien dice que la tecnología es neutra y que solo depende del uso. No es cierto. Un coche que alcanza los 200 kilómetros por hora no lo puede conducir un niño, lo use como lo use, porque tiene el potencial de ser un arma letal
Ante los abrumadores datos que arrojan las estadísticas oficiales —después sintetizaré algunos—, se han puesto en marcha iniciativas que van en la buena dirección pero que solo son maquillaje.
Algo que era incomprensible, que los chavales pudieran tener móviles en las aulas, parece que está empezando a considerarse como lo que es: un disparate. A finales de año el Gobierno
hablaba de «restringir» su uso. Supongo que se tardará tiempo en que sea efectivo en toda la España de las doce taifas.
Justo al comenzar el año se supo también que el Gobierno quería regular mediante ley el acceso a internet para que los menores no pudieran llegar a la pornografía. Habrá incluso quien se eche las manos a la cabeza y se pregunte, «Ah, pero, ¿antes podían?». Sí, los menores hoy pueden acceder libremente a cualquier tipo de pornografía en internet. De pornografía y de cualquier cosa. Cualquiera.
El uso del móvil en las aulas cubre solo una pequeña parte del tiempo en que los menores están en contacto con él, y la pornografía es solo una de las amenazas —quizá no la más grave— a la que se enfrentan solos en la selva de internet, abandonados allí por quienes deberían protegerles (padres, educadores, el Estado).
El suicidio es la principal causa de muerte en España entre 15 y 29 años y aumentó un 57% en 2021 en menores de 15; el suicidio de una niña británica de 14 años en octubre de 2022 llevó a que un tribunal apuntara directamente a los contenidos de Instagram y Pinterest como corresponsables de la muerte, y en ese mismo país, en noviembre pasado, se tuvo que bloquear una web que vendía veneno destinado al suicidio que habían comprado al menos 64 personas.
En diciembre pasado supimos que las agresiones sexuales en grupo habían crecido un 40% en seis años, y que casi el 10% de los delitos eran cometidos por menores de entre 14 y 17 años. En junio de 2023 se publicó el primer estudio en España (en la «International Journal of Mental Health and Addiction») que relacionaba directamente el uso de redes sociales —singularmente Instagram— con los trastornos de conducta alimentaria, que la semana pasada supimos (Centro Maradam, Madrid) que comienzan ya entre los 8 y los 10 años. Ni es solo la pornografía ni de nada sirve restringir o prohibir el uso en las aulas. Un teléfono móvil con acceso libre a internet no es un juguete. No es una herramienta para un niño.
Hay quien dice que la tecnología es neutra y que solo depende del uso. No es cierto. Un coche que alcanza los 200 kilómetros por hora no lo puede conducir un niño, lo use como lo use, porque tiene el potencial de ser un arma letal. La única diferencia es que la sociedad aún no se ha hecho consciente de que los teléfonos móviles también pueden serlo.
La clave de este asunto es que un menor no puede estar expuesto a imágenes la mayor parte del tiempo que está despierto. Bien es cierto que un adulto tampoco debería, pero los adultos son responsables de sí mismos.
Protejamos a los menores de las imágenes y recuperémoslos a la palabra. Hablemos con ellos, no dejemos que lo haga la selva de internet por nosotros. Prohibamos el uso de «smartphones» a menores de edad. Frenemos antes del choque.
Ante los abrumadores datos que arrojan las estadísticas oficiales se han puesto en marcha iniciativas que van en la buena dirección