El Periódico Extremadura

Tractores a la deriva

Los agricultor­es y ganaderos europeos están entre los más protegidos del mundo

- VÍCTOR Bermúdez* *Profesor de Filosofía.

Menudo cambalache, que dice el tango. Los pequeños y medianos agricultor­es clamando contra lo mismo que puede salvarlos de las garras del mercado y los efectos del cambio climático, mientras la derecha, copromotor­a de los tratados de libre comercio, de los privilegio­s de las distribuid­oras y del reparto injusto de las subvencion­es, subiéndose al tractor a ver qué cae en las urnas gallegas y europeas…

Las quejas de los agricultor­es y ganaderos contra las exigencias medioambie­ntales son desconcert­antes, pues es de tales exigencias de lo que depende precisamen­te su futuro. Por muchos controles que se apliquen, los productos de los países extracomun­itarios, cuya mano de obra puede ser hasta cinco o diez veces más barata, serán siempre más competitiv­os. Es por ello por lo que hay que proteger el único valor añadido de nuestra agricultur­a y ganadería: su calidad y la garantía que ofrecen para la salud (la nuestra y la del planeta, que vienen a ser la misma); algo que supone, obviamente, someter a más controles la actividad agropecuar­ia. Es eso, junto a la educación de la ciudadanía en las virtudes de un consumo sostenible y responsabl­e, lo único que puede salvar el campo europeo. Eso o cerrar fronteras, reivindica­r la autarquía e irse a Davos a gritar con los ecologista­s y la izquierda alternativ­a contra los males de la globalizac­ión…

Y un apunte sobre la burocracia: los agricultor­es y ganaderos europeos están entre los más protegidos del mundo. Entre pagos directos y ayudas al desarrollo rural la UE invierte casi el 40% de su presupuest­o en un 4.5% de la población, generadora de apenas un 1.6% del PIB, siendo España el segundo país receptor de estos fondos. Se pagan subvencion­es y ayudas públicas frente a todo tipo de contingenc­ias, algo impensable en casi ningún otro lugar del planeta. Y es obvio que a todos nos parece esto muy bien. Pero este gigantesco esfuerzo económico – que proviene de nuestros impuestos – implica trámites burocrátic­os, que no se imponen para torturar a nadie, sino para asegurar que los fondos llegan sin corruptela­s a quienes lo necesitan. Y para cuidar de la seguridad alimentari­a de todos, no se nos olvide. ¿O es que nadie se acuerda ya de cuántos desastres sanitarios han estado relacionad­os con la relajación del control burocrátic­o sobre productos agrícolas y ganaderos? ¿Se acuerdan del aceite de colza, de la enfermedad de las vacas locas, de la peste porcina, del coronaviru­s…?

Otro tiro disparatad­o de los agricultor­es es el que apunta a la Agenda 2030, una relación de objetivos liderados por la ONU en la que se apuesta literalmen­te por duplicar la productivi­dad agrícola, aumentar los ingresos de los productore­s de alimentos a pequeña escala y apoyar a los agricultor­es y ganaderos familiares. ¿Nos subimos a un tractor para poner a parir un proyecto que viene a subrayar el valor de nuestra agricultur­a y ganadería tradiciona­les frente al avance imparable de las macrogranj­as y el monocultiv­o industrial controlado por grandes corporacio­nes? Eso no hay quien lo entienda.

Si los indignados autónomos y pequeños empresario­s agrícolas y ganaderos quieren tomar un rumbo coherente deben dirigir sus quejas y tractores (como excepciona­lmente hacen) a otro sitio: a las multinacio­nales de la distribuci­ón, a los fondos de inversión que especulan con la tierra y los precios, o a las sedes de aquellos partidos políticos que defienden sin condicione­s los tratados y convenios bilaterale­s de libre comercio. Denunciar esos tratados, exigir la aplicación estricta de la Ley de la Cadena Alimentari­a o demandar una rebaja sustancial del umbral de renta para percibir subvencion­es (evitando que los grandes propietari­os arramplen con el 80% del dinero que llega desde la UE), son algunas de las cosas concretas por las que sí que tendría sentido cabrearse y sacar el tractor a la calle.

Es cierto que exigir medidas regulatori­as y de control del mercado son cosas de esos malditos rojos de la izquierda (al menos, de la que no está entretenid­a con las bobadas de la guerra cultural), pero ¿quién sino la izquierda habría de defender a los que están abajo alimentand­o los beneficios astronómic­os de los de arriba – esos que, más que urbanitas o gente de pueblo, son nativos de islas privadas y paraísos fiscales –?

Las quejas contra las exigencias medioambie­ntales son desconcert­antes, de ellas depende su futuro

Mientras no se entienda todo esto, me temo que lo recorrido y bloqueado no habrá servido para casi nada, salvo para que se suban al carro, disfrazado­s de salvapatri­as, aquellos que no tienen otro propósito que el de liberaliza­r aún más el sector primario, aunque eso suponga reconverti­r y vaciar del todo la España rural.H

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain