«La locura no es algo objetivo o aprehensible. Es un concepto relativo»
Guatemalteco autor de `Metempsicosis', novela sobre enajenación mental y amor a los libros
«Rodrigo Rey Rosa es un maestro consumado, el mejor de mi generación» dejó escrito Roberto Bolaño, el legendario novelista chileno, de este autor guatemalteco nacido en 1958. Todos sus libros (Lo que soñó Sebastián, El material humano, El país de Toó, hasta el presente Metempsicosis, todos ellos publicados por Alfaguara, corroboran la actualidad de aquel juicio.
Esta última novela, que incluye un encuentro con el papa Bergoglio, es acaso el más complejo de sus libros de ficción, que arranca de un encuentro casual en Atenas, donde vive, y desemboca en un ejercicio voluntario de locura, invención y, naturalmente, de literatura.
La entrevista, hecha en Madrid a finales de enero, refleja la complejidad de este libro que parece escrito de noche y en medio de una impasible locura.
Grecia, su país de ahora, donde no pierde de vista a la Guatemala de siempre, está presente en la novela como uno de los sueños que acompañan la inspiración de la literatura que cautivó a Bolaño.
– ¿Qué ha supuesto para usted la vida en Grecia? ¿Por qué Grecia?
– Como tantas cosas, esta ocurre por la fortuna. Mi novia es griega, vivíamos en Zúrich, el confinamiento nos aconsejó vivir en Grecia; estábamos un poco cansados de Suiza. Grecia es más agradable, allí el confinamiento iba a ser menos severo, podría aprender griego, me encantó la vida en Atenas y decidí quedarme, instalarme allí para aprender bien la lengua. Nunca me había encontrado lo que hallé en esa ciudad: la familiaridad con la cultura que me acogía… Allí los términos médicos, por ejemplo, son los que podría entender también en Guatemala, desde que haces el bachillerato. Tú conoces todos los nombres sin conocerlos; nosotros, los latinos, tenemos una memoria griega, de alguna manera en todas partes sientes que eres griego. Así que se produce una familiaridad que es al mismo tiempo extrañeza, tener una memoria griega. En Tánger, donde viví también, me pasaba algo parecido, pero a un grado menor. Sigo en Grecia. Me encanta la vida ahí.
¿Y Guatemala dónde está?
–
–Para mí Guatemala se aparece por todos lados. Tiene un aspecto occidental, y la cultura guatemalteca tiene de todo. Cultura española, cultura europea, y por tanto cultura griega.
Este nuevo libro suyo nace de una locura. Un hombre que amanece loco, cuya locura va prendiendo desde la primera página… ¿Cómo nacen los libros como este?
– – Con una imagen, con un personaje, en una escena que te permite buscar hilos que trazas y que se alejan y te dejan como un sabueso que persigue por dónde va el hilo. Un día yo estaba solo en Atenas, vi salir de algún lugar a un sintecho, muy elegante, tendido en la acera. Parecía un cuadro de Diógenes. Tenía su cabeza apoyada en unos libros, y tenía junto a él varios cedés. A mí me llamó mucho la atención. Lo saludé, me saludó y luego, al llegar a casa, empecé a escribir a partir de esa escena. De ahí salió todo.
Todo es invención, pues. Sentí, como lector, que todo era realidad…
– – Fue invención. El hilo nació de ahí, fue la punta de la escritura, de ahí empecé a escribir a donde me llevara el subconsciente, y las circunstancias fueron construyendo esta novela…
– La sensación de que fuera autobiografía no elimina que también fuera invención.
– Escribir autobiografía también incluye la invención, claro. Lo autobiográfico también es encuentro. El detonante, en este caso, es autobiográfico. Luego vienen los encuentros.
Este lector pensó que el personaje era un loco internado en un manicomio que de pronto se da cuenta de todo lo que está sucediendo…
– – Yo creo que la propia locura ya es un término un poco problemático. ¿Quién está loco realmente? ¿Por qué? ¿La gente se considera realmente loca? En algunos casos hay razones endógenas para la locura. Pero en muchos casos es un problema de adaptación o de normalización a la que la gente se resiste. Y la historia de la locura no es tan sencilla. En Marruecos, por ejemplo, hay un tipo de locura que se considera una bendición divina. A esos locos los veneran y los tratan con mucho respeto. Hay otros lugares en los que los amarran. La locura no es algo objetivo, o aprehensible, es un concepto relativo.
¿De qué locura disfruta usted?
–
– La locura también es algo doloroso. No creo que sea sólo placentera, claro. Puedes decir que la locura creativa es la locura productiva, esa que, en mi caso, conduce a escribir. Es la que me sirve para escribir. Esa forma de locura se aprecia en el arte, donde ese estado te saca de los patrones tópicos y te introduce en una clase de enajenamiento. Es muy subjetivo ese estado, de modo que no se sabe si es una bendición o una maldición.
En este libro usted resucita a un personaje, Rupert Range, con cuyo nombre firmó una novela, `El manuscrito hallado en la calle Sócrates' (Lumen, 2021)… ¿Por qué inventó un nombre ajeno al suyo?
– – Para escribir como no guatemalteco, porque estaba en Suiza y el personaje, ese autor, era suizo… Me di cuenta de que usando esa máscara podía decir cosas que no habría dicho con mi propio rostro. No cosas de tipo autobiográfico, sino asuntos que tuvieran que ver con algunas manías. Fue un experimento que me dio libertad.
– ¿Es feliz escribiendo?
– Sí, digamos que es el estado más feliz que conozco, en el que interviene la escritura. La ficción puede ser tortuosa, pero en estas dimensiones en que escribo yo gozo como nunca. Es una sensación de libertad y de trabajo.
– ¿Cómo se ha sentido tratado usted por la crítica?
– Demasiado bien. Por eso creo que no me leen. Durante un tiempo, cuando las leía, sentía que las críticas eran bastante elogiosas, pero a veces describían la trama de manera errónea. Entonces me volví escéptico acerca de la crítica elogiosa. Desgraciadamente hoy en día ya no hay crítica, o hay muy poca. Últimamente no he leído una crítica que realmente te haga abrir un libro.
Roberto Bolaño dejó dicho que usted es el mejor escritor de la generación a la que él perteneció. De la bisnieta de Benedetto Croce [La Craveri-Croce] dice usted mismo, y es literal, «escribir mejor no se puede». ¿Esos elogios lo amparan a usted igualmente?
– – No, no, no… Yo escribo lo mejor posible. No es una búsqueda de estilo, es simplemente tratar de que mis ideas viajen de mi cabeza al papel y que regresen del papel y vayan adonde está el lector. A veces escribo algo y luego veo que no es lo que quería decir. Y muchas veces no es así.