«Hemos perdido la capacidad de diálogo que da el debate»
en el sitio más importante en aquel momento, que era el teatro. «Me divierte decirle a los jóvenes que sus caras zapatillas Nike vienen de niké, vencer, en griego»
bate. Recuerdo los seminarios que existían en la Universidad de Salamanca cuando yo estudiaba a finales de los 70; vinieron los padres de la Constitución Española, desde Carrillo, Fraga... todos los que estaban tejiendo el futuro de nuestra nación. Y los estudiantes de Historia íbamos al Aula Magna ávidos de conocer lo que se estaba cociendo en aquel momento.
¿Cómo ha influido el Museo de Mérida en otros espacios nacionales en cuanto a su concepto de la musealización?
– En Mérida hay un antes y un después del Museo Nacional de Arte Romano. Mérida cambió sustancialmente porque fue un momento en el que la administración le dijo a los emeritenses: «Creemos en esta ciudad y vamos a apostar por ella», creando una institución nacional que poco a poco fue escalando posiciones y se convirtió en un centro de referencia internacional. Si no hubiéramos tenido esta sede tan vistosa, con esa capacidad de interconexión con el público, hubiera sido muy difícil. Porque el museo existía desde de 1838, en una iglesia desamortizada en el centro de la ciudad, donde ahora está la colección visigoda. Cuando se inaugura este edificio de Rafael Moneo se pone el foco no solo sobre la construcción, sino sobre la arqueología de MériLas administraciones son conscientes que tienen que responder ante ese patrimonio oculto que Larra magníficamente definió al decir que «Mérida es un niño dormido en los brazos de un gigante».
¿Existe una verdadera concienciación de la importancia del Patrimonio entre el gran público?
– Indudablemente. La sociedad está mucho más concienciada sobre lo que significa el patrimonio histórico artístico, porque forma parte de su raíz y tiene que velar para que se mantenga. Esto ha servido para que las administraciones `se pongan más las pilas'. Una inversión en patrimonio puede parecer a priori muy cuantiosa, pero el retorno que tiene es enorme. Fija la población al territorio, crea puestos de trabajo, turismo, beneficia al pequeño comercio y afianza nuestra identidad.
¿Un ejemplo son los yacimientos tartésicos aparecidos en Extremadura?
– El hallazgo del Turuñuelo, que llevan Sebastián Celestino y Esther Rodríguez, ambos miembros del Instituto de Arqueología de Mérida, es sensacional. Tengo la satisfacción de que cuando fui consejera de Cultura se pusieron las bases de esta iniciativa y se apoyó al Helga de Alvear, proyectos de largo recorrido que con el tiempo tienen un retorno enorme. «Necesitamos una buena ley de mecenazgo que ya existe en otros países como Italia»
¿Cuál es la función de un museo, más allá de la exposición?
– En el Museo Nacional de Arte Romano tenemos una hoja de ruta muy clara, hacer una oferta marcada por la atención a la diversidad: la familia, la educación, grupos vulnerables... Nuestra función es eminentemente social, estamos identificados con la ciudad, con el calendario festivo. Afortunadamente hoy en día los museos somos objetos de deseo, de visibilidad social.
Es habitual que las regiones más pobres sean las que tienen más patrimonio para cuidar. ¿Cómo hacer cuadrar las cuentas sin que la cultura salga perdiendo?
– Lo ideal es la colaboración entre las administraciones. A veces no es falta de recursos sino poca permeabilidad entre instituciones. Hay que concienciar, también a nivel europeo, de que las naciones que disponemos de un superávit de patrimonio difícil de conservar tenemos que ser ayudadas. No somos un pozo sin fondo y por eso necesitamos, además, una buena ley de mecenazgo. En Italia, las grandes firmas: de coches, de mo
– Cuando una civilización inicia un proceso de declive, siempre hay muchos factores a tener en cuenta. En el caso de nuestra civilización occidental, contemporánea, es evidente que la ciudada«Hace falta una sociedad más humanista, más de valores que de poderes» nía tiene esa percepción de que podemos estar en un momento de crisis, pero es que el mundo global es esto. Hemos querido abrirnos a la globalización y a los romanos les pasó algo parecido: ellos estaban muy felices en el Mediterráneo, en su península Itálica. Empezaron a ampliar las fronteras y comenzaron a llegarles más problemas, porque cuanto más grande es la empresa, más problemas hay. Ya no hay una visión tan centrípeta en Occidente, sino que hay otras áreas geopolíticas en el mundo que entran en juego. Creo que aquí lo importante es tener una visión humanista de la sociedad: más que de poderes, de valores, de saber dirigir con tino el futuro, de tener personalidades, dirigentes, de una talla política importante, con formación, bagaje y profesionalidad. En Roma no se podían detentar algunas magistraturas si no tenías una cierta edad, porque la madurez te da reflexión, conocimiento, te hace ser más flexible, te pones mejor en el lugar del otro y tu objetivo no es tanto el triunfo personal sino el triunfo colectivo. En el futuro se nos juzgará como sociedad sobre lo que haya dejado tras de sí ese momento histórico. Estamos en una etapa en la que tenemos que ser responsables y también pensar en las generaciones futuras.