El Real Madrid recupera el trono
Los blancos logran su Copa número 29 en una final que no se decidió hasta los últimos minutos
El Madrid, en una gran final, propia de dos de los mejores equipos del continente, se proclamó ayer campeón de la Copa del Rey 2024 en un Palacio Martín Carpena de Málaga repleto, que vibró
con 40 minutos de muy buen baloncesto y más emoción de la que puede hacer pensar el marcador final (96-85).
Madrid y Barça se entregaron a un duelo de ida y vuelta que solo se decidió en el último tramo del cuarto definitivo, en el que se vio a los de Chus Mateo más frescos físidelante
camente y con las ideas mucho más claras que un Barça superado solo en ese instante final.
/ TÍTULO 29 PARA LOS BLANCOS La Copa del Rey número 29 para las vitrinas del Madrid no fue, desde luego, un camino de rosas. Sorprendió Roger Grimau de salida con Da Silva
en el 5 inicial. Quiso el técnico culé poner muchos centímetros en la pista para «ensuciar» el juego de ataque de un Madrid que respondió al reto moviendo bien el balón para encontrar siempre una buena opción de tiro. Con 19-19 se cerró el primer cuarto.
Una canasta de Parker puso por al Barça. Las rotaciones de ambos entrenadores dieron frescura a dos equipos entregados a una lucha cuerpo a cuerpo. Chus Mateo encontró en Hezonja una buena fuente anotadora. Al descanso, 43-45 para los culés, después de triple sobre la bocina de Kalinic.
El inicio del tercer cuarto fue otro intercambio de golpes propio de un partido de este calado. Canasta de un lado... canasta del otro. Una buena defensa de unos, un robo de balón de los otros. El Barça mordió atrás. Apostó por ahogar a Campazzo y negar que el balón llegara debajo del aro a Tavares, pero en el último cuarto el Madrid entró 3 arriba (66-63).
Dos triples de Yabusele y otro de Deck estiraron la renta más que nunca en todo el partido (7768). Fue el momento en el que cambió el partido. La afición merengue y la mayor parte de la grada «neutral» del Carpena enloqueció en el mejor momento de los blancos. El Barça estaba contra las cuerdas, con ya solo 8 minutos por jugarse. El Madrid se sintió más cómodo en la pista. Cada balón empezó a ser «casi» definitivo. Poirier se convirtió en protagonista con dos canastas y un tapón que pusieron la final muy de color blanco: 86-77, a 2.25.
El Barça ya no pudo más. Quiso morir matando, pero tuvo que rendirse a la evidencia de que el rival fue mejor en el momento de la verdad. No fue justo el 96-85 definitivo. Demasiada diferencia para lo visto sobre el parqué.