La triste muerte de un vecino conmociona San Francisco
Los habitantes del popular barrio de Cáceres alertaron a la policía ante la ausencia de uno de sus más queridos personajes, Eduardo, hijo de `La Canaria': «Estaba muy solo»
Los vecinos llevaban varios días extrañados por su ausencia. Era habitual ver a Eduardo Rodríguez Jiménez paseando por el barrio o comprando en el Tambo. En el Residencial San Francisco, donde vivía, se asustaron cuando se alertaron por el fuerte olor que despedía el piso, entonces fue cuando una vecina telefoneó a la policía. Hasta el lugar de los hechos se desplazaron agentes del Cuerpo Nacional de Policía y de los bomberos del Sepei, que tras algunas dificultades para entrar en la casa finalmente pudieron hacerlo y en el interior se encontraron el cuerpo sin vida del hombre.
Los hechos se remontan al pasado 12 de febrero y en San Francisco, la tradicional barriada cacereña, todavía tienen el susto dentro. Eduardo era hijo de una mujer que trabajaba en la residencia sanitaria San Pedro de Alcántara. Como había venido de Canarias, todos la conocían cariñosamente como `La Canaria'. A Cáceres llegó con su hijo, que terminó también trabajando en el entonces Insalud, en el Hospital Provincial Virgen de la Montaña.
Ya jubilado, Eduardo no tenía familia más allá de una tía que reside en las islas. Su madre había fallecido y él vivía solo. «No sale de casa, qué raro», comenzaron a sospechar sus paisanos, que aseguran que en los últimos tiempos «estaba bastante dejado y el pobre apenas se cuidaba. Estaba muy solo».
Los del barrio lo recuerdan en su juventud como una persona muy dispuesta y habladora. «Vivió
primero en una casa que estaba camino a Fuente Concejo, por donde sueltan las palomas cuando sube la Virgen el Día de la Madre. Recuerdo que tenía un equipo de música y que ponía canciones porque le gustaba mucho la música. Luego se trasladó a la casa de la madre. Allí ha muerto».
Eduardo Rodríguez Jiménez se marchó solo. «Fue una separación del mundo», dicen sus vecinos, aún consternados por lo sucedido en el Residencial San Francisco. El celador era una persona amable, dicharachera, amante de la música y buen conversador. Sin embargo, el paso del tiempo, la soledad, los sinsabores de la vida... lo volvieron huraño y con un carácter más temperamental. Terminó muy dejado, sobre todo en materia de higiene per
sonal. Tanto fue así que sus vecinos contactaron con el Ayuntamiento de Cáceres dada la insalubridad que presentaba su vivienda.
¿Pero cómo fueron los últimos meses de Eduardo? Cuentan que un grupo de chavales lo ayudaban, que acudían a su casa, le preparaban la comida, iban a hacerle la compra y se sentaban a su lado a escuchar música. Con aquellos muchachos Eduardo se sentía salvado. Les contaba los dorados tiempos de su juventud, cuando trabajaba, viajaba... les hablaba de sus amores y desamores, de Canarias, de su madre, de su tía... Y así pasaban las horas.
Un día Eduardo sufrió una caída. Acudieron a verle también dos asistentes sociales, una del ayuntamiento y la otra del centro de salud. Se negó a percibir ningún tipo de
ayuda pero sí accedió a ir al consultorio para que le curaran las heridas. Tras la caída el drama fue a más, hasta que se lo encontraron muerto. «Llevaría lo menos ocho días», dicen algunos vecinos mientras señalan a su casa, ya vacía, junto a pistas de Fuente Fría.
Ahora el ayuntamiento está pendiente de que familiares, amigos, vecinos y el propio administrador de fincas decidan en torno a la realización de una limpieza de choque del piso. En principio, y dada la pensión que Eduardo percibía, no parece que hubiera problemas tanto en ello como en el pago de su funeral. Mientras, sus vecinos lamentan la ausencia de Eduardo, cuyas canciones ya no volverán a sonar en San Francisco.