El Periódico Extremadura

Lo crítico de ser crítico

Esos alumnos y alumnas respondone­s deberían ser el modelo a imitar

- VÍCTOR Bermúdez* *Profesor de Filosofía

Lo comentaba el otro día con un amigo y colega de fatigas docentes: ¿Qué hacemos con el alumno o alumna que se toma en serio la encendida defensa del pensamient­o crítico que hacen las leyes educativas? ¿Pueden ser críticos también con sus profesores o sus padres, o solo con sus iguales, los influencer­s de Youtube o las letras de reguetón? Cuando pienso en la de veces que he visto alabar al alumno dócil y calladito, y denostar al que mostraba una mínima actitud crítica, me entran las dudas… «¡Cuidado, que ese es de lo que te contestan!» – he escuchado en multitud de ocasiones—; o de «los que lo cuestionan todo» – he oído otras tantas –…

En ocasiones he tenido que confesar a mis alumnos que por mucho que en los temarios se diga que hay que desarrolla­r la competenci­a crítica, el esforzarse en ello no siempre acarrea el premio merecido… Diga lo que se diga (les digo), a muypoca gente le agrada la crítica. Y en esto casi da igual que esta sea argumentad­a, respetuosa y constructi­va, o furibunda e insultante (como las que abundan en las redes). ¡Casi diría que puede ser peor la primera, pues obliga a tomarse la crítica en serio y, a veces, a algo tremebundo: a cambiar públicamen­te de opinión!

Algunos compañeros más sabios, y quizá escarmenta­dos, me dicen que a los alumnos hay que enseñarles también a diferencia­r lo ideal de lo real: lo ideal es que sean críticos y lo cuestionen todo, pero la cruda realidad es que en ocasiones, y si no quieren problemas, «estarán más guapos con la boca cerrada». Como consejo no está mal. El problema es que en el ámbito de la filosofía esto de lo ideal y lo real no está tan claro. Platón, por ejemplo, decía que hay que tender a lo ideal y no cejar en la crítica razonada, cueste lo que cueste (¡qué se lo digan a Sócrates!). Y Kant, otro filósofo que se enseña en clase, decía que la ética consiste en actuar según principios, y no movido por ningún cálculo de costes y beneficios. ¿Entonces? ¿Animamos a los chicos a ser siempre críticos? ¿O solo cuando conviene?

EL PROPIO KANT

esbozó una sugerente teoría política al respecto. Él pensaba que una nación sería cada vez más justa e ilustrada si en ella se enseñaba a los ciudadanos a criticar libre y públicamen­te lo que quisieran, siempre que se guardaran de hacerlo durante el ejercicio de su función o cargo profesiona­l. Así, un militar, un profesor, un inspector fiscal, etc., deberían poder criticar libre y razonadame­nte como ciudadanos (fuera de su horario laboral por así decir) a las institucio­nes para las que trabajaran, siempre que en el desempeño de su cargo cumplieran fielmente sus obligacion­es y se ajustaran a la doctrina imperante (y mientras esta no fuera totalmente contraria a sus principios, claro). Esto permitiría que la sociedad progresara – gracias a la actitud crítica de la ciudadanía – sin que peligrara el orden social.

Kant solo hacía una excepción a su regla. Había un solo oficio en que el Estado debería permitir la misma crítica sin restricció­n que se permitía en el ámbito cívico: el de filósofo. La razón es que este oficio es el único que consiste, justamente, en cuestionar­lo todo. Kant pensaba que un régimen que quisiera ser ilustrado habría de tolerar, e incluso desear, ese grado radical de crítica interna. Un régimen fundado en la razón solo podría legitimars­e permitiend­o que se razonara sobre y desde sí mismo.

¿Qué les parece? Reparen, por cierto, en que Kant publicó estas revolucion­arias ideas allá en la Prusia del siglo XVIII y bajo la monarquía de Federico el Grande, quienparec­e que se mostraba de acuerdo con el filósofo («Razonad sobre todo lo que queráis, pero obedeced» era su lema, según Kant). ¡Ya quisieran los iranies, los chinos o los rusos actuales (que se lo digan a Alexéi Navalni) vivir en un régimen como el de este déspota (ilustrado) de hace tres siglos!

¿Y en cuanto a nosotros? ¿Qué respuesta deberíamos dar a la pregunta del principio desde nuestras modernas democracia­s liberales? ¿Deberíamos empeñarnos en enseñar a niños y adolescent­es a ser ciudadanos libres y críticos?... Parece obvio que sí (más aún si el Estado, como es nuestro caso, ha dispuesto a la filosofía como materia troncal del sistema educativo). Esos alumnos y alumnas criticones y respondone­s deberían ser, pues, el modelo a imitar (y no a denostar), los primeros de la clase, los hijos e hijas a exhibir ante las visitas…

Tal vez por ese camino llegáramos algún día a vivir en democracia­s plenas, en las que no solo los filósofos (y sus alumnos) tuvieran el privilegio de criticarlo constantem­ente todo, sino también, y sin más límites que los de su saber o ciencia, el resto de intelectua­les, científico­s, periodista­s... Aunque para ello tuvieran que ser algo parecido a funcionari­os. No habría gasto mejor justificad­o para un Estado que el de tener en nómina (y a salvo de los gobiernos de turno) a aquellos tábanos encargados de mantenerno­s despiertos a todos…

No habría gasto mejor justificad­o que el de tener en nómina a los tábanos encargados de mantenerno­s despiertos

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