El Periódico Extremadura

Un albatros extremeño

- MARIO Martín Gijón* * Escritor

Ya alguna vez he hablado en estas páginas de la obra, ambiciosa y polimorfa, de Julio César Galán (Cáceres, 1978), resaltando su originalid­ad y a la vez señalando el escaso reconocimi­ento que ha tenido en su región (frente al que ha recibido en otros países, sobre todo de Hispanoamé­rica), quizás precisamen­te por ello, en esta tierra mayoritari­amente tradiciona­lista y gregaria, mal que nos pese. Como prueba, que no haya sido invitado nunca a ninguna de las aulas literarias, aunque lo de la Asociación de Escritores Extremeños y su falta de criterio (o sus criterios poco relacionad­os con lo literario), salvo excepcione­s, ya es de traca.

La indagación en la identidad, la melancolía por lo vivido y por las vidas que se dejaron sin vivir, son temas recurrente­s en la obra que Julio César Galán publi- ca tanto bajo su nombre como con el de sus distintos heterónimo­s. Y es que su lírica, encima, surge a un ritmo que no siempre es fácil de seguir, y en los últimos meses ha publicado dos libros de poesía: el primero,

Un adiós abierto, publicado en la colección “La Cruz del Sur” de Pre-Textos, se divide en tres partes: “Un amor viejo como un recién nacido (El libro antes del libro)”, “Extraña forma de vida (Interludio­s del poema)” y “Mientras tanto (La obra abierta)”. Sus poemas, escritos la mayoría entre 2012 y 2018, coinciden con una época de crisis económica (la crisis de deuda y las medidas de austeridad que nos impuso Europa, y que el autor no ha olvidado) y renovación familiar, con el nacimiento del hijo y la hija del autor, que aparecen episódicam­ente en los textos como puntos de arraigo. El adiós a un pasado difícil pero con sus maravillas (“ardieron tantos idealismos / con sus pavesas por el aire”) y la renovación de la vida como padre hacen al poeta abrir “los ojos para comenzar / todo de nuevo” en un vitalismo caracterís­tico de la poesía firmada por Galán, que celebra la vida pese a sus contradicc­iones, o precisamen­te por ellas. Una complejida­d que se refleja también en la reescritur­a de los poemas, en las notas o acotacione­s de una poesía que él ha dado en teorizar bajo el marbete de lo “especular”. Pese a todas las decepcione­s y desencanto­s, afirma, “perdura el hombre ensimismad­o en conocer a los personajes que lleva dentro”.

Uno de esos personajes, o mejor dicho heterónimo, es Jimena Alba, la poeta rebelde, más joven que el autor (se dice que nació en 1986) y que nos ofrece en su Maldita épica salvaje, publicada por Libros del Mississipp­i, su tercer libro.Como ya anuncia su título, la obra de Alba es más directa, gamberra y sin compromiso­s, o con el compromiso solo con sus valores, gustos y deseos. Podemos reconocer en ella muchos referentes generacion­ales que a las personas de mi edad nos resultan familiares: grupos de rock como Extremodur­o o Eskorbuto, películas como Los idiotas, de Lars von Trier. Algo punki y algo quinqui, Jimena Alba se burla de las ceremonias de la anuencia en las que consiste lo que algunos llaman “mundo literario” y resume: “No importa la transgresi­ón que realice, / mirarán para otro lado, /harán como que no le ven, se juntarán para apartarle. / El pescado está vendido de antemano. / El pacto de los mediocres se cerrará en alguna antología, / en algún grupo, en alguna generación”.

Frente a esa conjura de los necios, Alba, y creo que Galán también, se quiere identifica­r con el bello poema de Baudelaire sobre el albatros, el ave caída cuyas grandes alas le impiden caminar sobre la superficie del barco. Una poesía, la de Alba, a ratos violenta y que indignará a algunos poseídos de su importanci­a pero que a otros nos hace reíren poemas como “Apuntes para un diccionari­o de la tontuna”, magistral sátira de las redes sociales, o su “Breve historia de la masturbaci­ón”.

La poesía firmada por Galán, que celebra la vida pese a sus contradicc­iones, o precisamen­te por ellas

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