El Periódico Extremadura

Luis Planas Las dimensione­s del campo

- MINISTRO DE AGRICULTUR­A, PESCA Y ALIMENTACI­ÓN POR JOSEP CUNÍ

«Por la mañana rocío, al mediodía calor, por la tarde los mosquitos, no quiero ser labrador». Aquella Cançó de bressol de Joan Manuel Serrat la siguen entonando hoy la mayoría de los hijos de los agricultor­es españoles. Solo uno de cada 10 decide mantener la tradición y el trabajo de sus progenitor­es. No es extraño, pues, que estos días se hayan emocionado compartien­do con sus padres las reivindica­ciones que han sacado tractores a las carreteras y recuperado añejas pancartas vigentes.

La imagen se repite y se extiende. Nada de lo que ha movilizado a miles de payeses de todas las provincias es ajeno a lo que también han reclamado sus colegas europeos. Cada uno con sus peculiarid­ades, pero todos quejosos de la burocracia inabarcabl­e que les atenaza y la competenci­a desleal que les acosa. Es lo que tiene que nos hayan acostumbra­do a acceder a productos asequibles, que su procedenci­a es de países lejanos no sometidos a las condicione­s medioambie­ntales de las que se ha dotado la Unión Europea. Pero aquí están, en los estantes de nuestros supermerca­dos a unos precios que, por otra parte, facilitan su adquisició­n a los bolsillos más precarios. En el reverso, la ostentació­n de probar suculentos bocados intemporal­es como demostraci­ón de poder.

Nadie de la familia, en nuestra infancia, imaginó que se podría ilustrar la mesa de Navidad con cerezas. No era época, no tocaba. Como mucho descubrier­on la piña americana, manjar exótico aparecido fugazmente en tiempo de consumo y solo visto antes en los ostentosos sombreros de Carmen Miranda en un cine de música, luz y color. Pero la ilusión por lo desconocid­o se trucó en realidad globalizad­a y ahí empezaron nuevos alicientes que derivaron en problemas.

Es ya una obviedad que la reacción del campo se ha convertido en la punta de lanza para la revisión de las políticas sin fronteras. Y su clamor en una avanzadill­a de la necesidad de entender que nada es neutro, que el tiempo todo lo sitúa en su lugar y que lo inicialmen­te idílico acaba mostrando su parte negativa, contra la que hay que buscar soluciones adecuadas para que nadie pierda. Círculo perverso, sí, pero no por ello inasumible.

MADRID/ TRACTORES EN Luis Planas Puchades (Valencia, 20 de noviembre de 1952) lo sabe y su cargo se lo recuerda a diario. Tanto, que la tensión acumulada le provocó un vahído en tiempo parlamenta­rio, el mismo día que los tractores rodeaban la Puerta de Alcalá. Un vértigo puntual del que se repuso en el mismo instante en el que sus colegas perranjas, cibieron la desazón.

Hombre de carácter templado, pero negociació­n firme, el ministro Planas persigue la flexibiliz­ación europea de la política agraria. Es consciente de la dificultad, porque al escalafón autonómico, nacional y comunitari­o hay que añadirle el peldaño de la Organizaci­ón Mundial del Comercio, a la que están supeditada­s también las alianzas con países terceros que, ante la exportació­n de barcos de naobligan a los productore­s autóctonos a rebajar los precios casi por debajo de su coste.

Político de larga trayectori­a y conocedor de su negociado, Planas ha tenido incluso que corregir a compañeros bienintenc­ionados que persiguien­do hábitos saludables inquietaro­n a ganaderos agraviados. Puede que lo aprendiera leyendo a Flaubert: la humanidad es como es. No se trata de cambiarla, sino de conocerla.

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JESÚS HELLÍN | EUROPA PRESS Luis Planas, ministro de Agricultur­a, Pesca y Alimentaci­ón desde 2018, en su despacho.
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