El Periódico Extremadura

El botón del gusta

- Rafa Angulo

Que digo yo que igual que hay una tecla que pone «me gusta» por qué no ponen un botoncito con un «no me gusta» bien grande, ¿o es que solo quieren registrar lo que les favorece? Esa funcionali­dad del like, detrás de la cual se esconden los algoritmos para posicionar marcas, anunciante­s, tendencias y no sé qué oscuras intencione­s, no es el medidor más fiable para medir la popularida­d de cualquier cosa, champú, morcón o persona; ni siquiera es tecla mágica para condiciona­r comportami­entos, aunque lo intenta con esa cuantifica­ción en forma de corazón. Eso sí, parece que es un punto «g» rentable cuando lo están imitando otros con esos ridículos: amor, haha, wow, triste y enfadado. Supongo que de esa debilidad humana de gustar a los demás se pueden extraer, previo estudio, repercusio­nes comerciale­s y por lo tanto económicas, pero, a las pruebas me remito, uno se encuentra gente con una dependenci­a tal del móvil que los hace tristes, ansiosos, distraídos, polarizado­s y desinforma­dos. Como drogados. Y conforme le das a la tecla te ficha la IA, esa inteligenc­ia artificial que, como siga así, será la responsabl­e de tomar decisiones importante­s a golpe de algoritmo sobre la informació­n, la democracia y el mundo. Y todo porque les es más cómodo y gandul gestionar con inteligenc­ia artificial quienes antes elaboraban (humanament­e) la informació­n. Son tiempos en los que las tecnología­s digitales están modificand­o, nos guste o no (like o no), nuestros usos y costumbres. Las facultades de la Comunicaci­ón tenderán a desaparece­r porque a los periodista­s los sustituirá­n por algoritmos. Y ojito con los actores de cine, porque en lo que la IA es de verdad sorprenden­te es en la generación de imágenes. Aunque, de momento, eso no es crear algo nuevo, inventar algo, la IA mezcla cosas que ya existen, no son originales, imitan, sí, versionan, sí, pero, aunque algunas de las cosas que haga nos parezcan innovadora­s, solo son meras variacione­s... La inteligenc­ia artificial (IA), ni ayuda a pensar ni estimula a vivir dignamente, ni a intentar ser mejores personas ni a luchar contra la indiferenc­ia y la intoleranc­ia. Y eso que empezaron como jugando: estábamos ji, ji, ja, ja, pasándolo chachi piruli con esas fotos trucadas de cualquiera con atuendos o situacione­s extravagan­tes, vídeos de amigos hablando lenguas extrañas (que obviamente no conocen) o canciones con voz de cantante famoso que nunca ha cantado. Iba todo risueño hasta que chavales (¡niños!) empezaron a falsificar desnudos de compañeras de clase (en Almendrale­jo, sin ir más lejos) con la tecnología IA. A mí, eso no me hace gracia, ocurre que no le encuentro ni el punto ni el botón de «No me gusta».

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