El Periódico Extremadura

Las picadoras de carne

- MERCEDES Barona* *Periodista

Aveces llega el domingo y no sabe una muy bien de qué escribir, porque la vida va muy deprisa y a diario nos impactan infinidad de temas, en una sucesión de acontecimi­entos, que no nos dejan apenas tiempo para la reflexión o al análisis sosegado.

Por eso hoy dedico mi columna a la diferencia entre gente y personas, para que no olvidemos nunca que detrás de lo que aparece en los medios hay vidas con sus vaivenes, sus momentos de fragilidad, sus situacione­s más o menos complejas.

Personas como la chica de Igualada, brutalment­e violada y abandonada en un descampado, y a la que le queda una vida entera para superarlo. O el anciano de Porreres, que disparó a uno de los asaltantes de su domicilio que amenazaban a su familia. También personas son las viudas e hijos de los guardias civiles asesinados en Barbate mientras cumplían con las órdenes recibidas.

Y del mismo modo son personas todas las que perdieron su casa en la erupción de la Palma, que fuimos siguiendo metro a metro mientas la lava se comía todo lo que encontraba a su paso.

¿Han vuelto ustedes a saber de ellos? ¿Alguien sigue interesado en ayudarles o en saber si lo están superando?

Todos ellos, personas con nombres y apellidos, con una vida anterior a su aparición mediática (no deseada, por supuesto), que entraron en nuestras casas a través de los medios, que durante unos días ocuparon tertulias, informativ­os, que se vieron expuestos y casi disecciona­dos ante la opinión pública… y que luego desapareci­eron, bien en la paz de un silencio elegido, bien en el abandono y el ostracismo de quienes antes los buscaban e incluso acosaban.

Porque, cuando todo pasa, sigue habiendo que levantarse a diario, facturas que pagar, almas que recomponer, rabia que aprender a administra­r… Sigue la vida con todos sus pequeños detalles y complicaci­ones, pero ya no hay interés, porque otros personajes y otros sucesos vienen a llenar esas máquinas de picar carne que son los medios.

Se nos llena la boca hablando de la importanci­a de la salud mental, de la empatía, de la necesidad de una sociedad más solidaria… pero, en el fondo, el morbo y el sensaciona­lismo no nos dejan ver más allá y que hay “gente a la que le pasan cosas”. Gente, así, sin más, ajenos y lejanos (por suerte), sustituibl­es y prescindib­les.

Supongo que es más fácil no cargar con todos los dolores del Universo, pero entonces seamos coherentes y evitemos, por ejemplo, señalar una a una las vidas y obras de cada persona fallecida en el terrible incendio de Valencia, porque no aporta más que eso, morbo, y no ayuda a nada a las investigac­iones y menos aún al necesario consuelo y reparación. Y si es posible, mantengamo­s a todas las víctimas de sucesos a salvo, anónimas y protegidas, para que cuando todo pase, la cicatriz que haya que reparar sea un poco menos profunda.

Se nos llena la boca de hablar de la importanci­a de la salud mental, pero, en el fondo, el morbo y el sensaciona­lismo no nos dejan ver más allá

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