El Periódico Extremadura

José María Asenjo, a quien tanto quería

- Nevado del Campo * * Abogada. Diputada autonómica y exalcaldes­a de la ciudad de Cáceres.

Me gustaría hoy ser Miguel Hernández para poder escribirte una elegía, porque un empujón brutal me ha derribado al recibir un mensaje anunciando tu muerte, un manotazo duro, un golpe helado. Hace tiempo que andabas en otro mundo, pero no creas, son muchos los mundos que has vivido y esta última etapa, a buen seguro, no la merecías.

Te nos vas, pero lo haces dejando huella porque desde que viniste a Cáceres, a jugar como futbolista en nuestro club verdiblanc­o, te ganaste el afecto de la afición y después el de una ciudad entera, mi padre y mi hermano que nos enseñaron a quererte. El primer día de primavera habrías cumplido los 80 pero te nos vas y tenía que ser en invierno.

Siempre me hablabas de tu pueblo, me decías: tienes que ir a Palencia, a Vellida del Río Carrión, y te lo debo. Aunque siempre presumías de palentino, más lo hacías de ser cacereño de adopción. En nuestra ciudad, tú ciudad, encontrast­e el amor y no solo te enamoraste de Mari Carmen, también de sus gentes. Y de aquí son tus maravillos­os hijos. Hoy mi dolor, sin instrument­o, bien habría necesitado de tu saxofón, ese que ahora vas a tocar en cualquier verbena como cuando lo hacías con tu padre.

Paleca de nacimiento y cacereño de adopción. Decías que morirías en una isla sólo por no poder hablar con alguien y ahora que te vas sólo podemos hablar de ti desde el afecto a un hombre cariñoso y bueno, y cabezón, sí, también lo eras un poco. Hoy esa águila triste que a veces decías que eras, vuela lejos.

Admirador de Kubala y culé convencido, compañero de insignes figuras en el filial del Madrid. Coincidien­do ni más ni menos que

con Julio Iglesias y el que fuera selecciona­dor nacional Luis Aragonés. Pese a todo, tu presumías de ser jugador del Cacereño, luego directivo, y afirmabas que, habiendo sido un honor coincidir con ellos, más honor era haber venido a Cáceres.

Tu paso por Caja Rural, luego Caja Duero en su Obra Social, nos demostró tu talante incansable y tu don de gentes. Estabas donde te requerían y donde te necesitaba­n, por eso ser concejal de nuestra ciudad era para ti escarbar la tierra que amabas. Para nosotros fue todo un privilegio. Te convertist­e en la música de un grupo de gente que como tú amamos Cáceres. Esta ciudad está de luto con tu marcha y está en deuda contigo, compañero del alma, compañero.

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