Manolo Casillas, el Frank de la Jungla de Mérida
Se han convertido en una de las mascotas preferidas por los emeritenses
No es habitual ver por tierras de la capital extremeña ejemplares de esos animales considerados exóticos, pero desde hace casi 30 años, adquirir algunos de ellos está al alcance de la mano de cualquiera. Basta con adentrarse en Dog&Fish. Un paraíso animal, situado en la céntrica calle Arzobispo Mausona, que tiene a la venta gran variedad de serpientes (punto fuerte del local). Pero en sus pasillos también es posible ver otras llamativas criaturas, ajolotes, roedores, tortugas, peces, agapornis y canarios.
Nada más entrar por la puerta, al fondo de la tienda una ninfa (Cuky) lanza un alegre grito. La mascota es muy juguetona, simpática y parlanchina hasta el punto de que canta `La cucaracha ya no puede caminar', `La raspa la inventó'... Al frente del negocio se encuentra Manolo Casillas. De pequeño se recuerda a sí mismo localizando todo tipo de bichos e insectos en el campo. «Mi vida ha estado marcada por el amor a los animales y siempre sentí curiosidad por los reptiles y las aves», explica este criador de ofidios a El Periódico Extremadura. El otro alma máter del establecimiento es su mujer, Montserrat Cabañas.
Pese a la rareza de algunos de los animales que allí conviven, «no es raro tener serpientes como mascotas, mucha gente tiene un animal como estos en casa», manifiesta Manolo, que no tiene problema en acercar el ofidio a su cara o cogerlo con las manos. Para él estar con estos ejemplares es algo normal. Necesitan una serie de cuidados, pero no le cuesta criarlas, cuidarlas y luego venderlas (todas ellas registradas en la REGA y con sus papeles). «Algunas pueden llegar a medir más de un metro (serpiente del maíz o toro). Toman el sol, se refrescan, beben agua, tienen que tener un escondite para sentirse protegidas y dormir. También necesita sus horas de luz y comen un ratón cada varios días», comenta Casillas con una sonrisa.
Por sus inmensos conocimientos y sus habilidades con los animales le ha surgido el apelativo del Frank de la Jungla emeritense con el que, cariñosamente, le conocen ya numerosos clientes. Manolo también trabaja dando charlas en la Facultad de Veterinaria y colegios. Por último recalca que todos los animales que se venden al público no poseen dosis de veneno. «Aunque una serpiente pueda matar a una persona, las que tenemos aquí no son peligrosas».