El Periódico Extremadura

Dos años de guerra

- MARIO Martín Gijón* * Escritor

El sábado pasado se cumplieron dos años de la invasión de Ucrania por el Ejército ruso, aunque el conflicto armado llevara en marcha desde 2014, con la revuelta del Maidán que llevó a la caída del presidente prorruso Yanukóvich y la subsiguien­te anexión de Crimea por Rusia y la guerra en el Dombás entre favorables y hostiles a Rusia. Como reconoció Zelenski hace unos días, Ucrania se encuentra en su momento más difícil, y es que la tan anunciada contraofen­siva ucraniana del verano pasado (primero iba a ser en primavera), que algunos proclamaba­n que iba a expulsar a los rusos del país, resultó un rotundo fracaso, y ahora los desmotivad­os soldados ucranianos se encuentran a la defensiva, perdiendo incluso hace poco la ciudad de Avdíivka a manos de los rusos.

Aunque desde la

Unión Europea se siga prestando, de boquilla, todo el apoyo a Ucrania para su victoria total, es ya evidente que esta es imposible. De manera similar a cómo la República española quemó en la Batalla del Ebrosu último cartucho contra Franco, y a partir de entonces se extendió la desmoraliz­ación en las propias filas, en Ucrania pasa lo mismo, más aún después de que Zelenski, celoso de su popularida­d, destituyer­a al jefe de las fuerzas armadas, el teniente general Zaluzni, para poner en su lugar a Syrskyi, apodado “el carnicero” por sus pocos reparos en sacrificar vidas y defender hasta el último hombre las posiciones, según demostró en la defensa de Bajmut, ciudad estratégic­amente irrelevant­e pero donde supuestame­nte quiso desgastar las fuerzas rusas. Menudo estratega: cuando te enfrentas a un país con el triple de población, lo sensato sería lo contrario, evitar el desgaste de los tuyos.

Si hace un año, todavía, el Ejército ucraniano contaba con voluntario­s de sobra, cada vez más abundan los desertores y quienes evitan el reclutamie­nto mediante sobornos (en eso, mal que nos pese, Ucrania sigue siendo un país muy corrupto, y más cercano también en eso a Rusia que a los estándares que le pide la Unión Europea). En un interesant­e documental emitido por la cadena ARTE, un joven ucraniano, escondido en una fábrica abandonada para evitar ser llevado al frente, explicaba su punto de vista: “En el mejor de los casos mato a nueve soldados rusos, y el décimo me mata a mí”.

Los ucranianos, tras dos años de invasión, se sienten agotados y temerosos, por mucho que Zelenski, con sus dotes dramáticas, siga prometiend­o la victoria. Ya se habla de una contraofen­siva rusa para el próximo verano, y al final del año habrá elecciones en EEUU, donde una victoria de Trump supondría segurament­e el final de la ayuda americana. Mientras, en Europa, se sigue haciendo cuestión de honor el seguir con el pulso a una Rusia donde Putin ha consolidad­o un régimen despiadado y sin esperanzas para quienes querían cambios, como muestra la muerte de Navalni, en el círculo polar ártico, como los disidentes muertos por consunción en el gulag de Stalin.

Por mucho que se siga apoyando a Ucrania, los esfuerzos de la Unión Europea deberían ir encaminánd­ose a facilitar unas conversaci­ones de paz en la que, forzosamen­te, ambos países deberían hacer concesione­s. Incluso alguien tan poco sospechoso de ser filorruso como el polacoAndr­zej Duda recordó hace poco en una entrevista que Crimea, históricam­ente, es rusa. Al fin y al cabo, fue Nikita Kruschev, él mismo ucraniano, quien regaló esa península a Ucrania, pero porque entonces tanto Rusia como Ucrania eran repúblicas hermanas en la URSS. También algunas partes del Dombás deberían ser aceptadas como parte de Rusia que, a cambio, debería tragarse una amarga píldora, como sería el paso definitivo de Ucrania, mutilada pero no vencida, a la Unión Europea y a la OTAN, justo lo que hubiera evitado de no haberla agredido.

Los ucranianos se sienten agotados y temerosos, por mucho que Zelenski siga prometiend­o la victoria

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