El Periódico Extremadura

El Duque (VII)

- Fernando Valdés ARQUEÓLOGO

Uno de los aspectos que resultan más sorprenden­tes en relación con el valor científico del viaje de Cosme de Medici es la presteza de sus adláteres captando la informació­n que, en resumidas cuentas, era el fin principal del periplo. El recordator­io de lo recorrido y de lo visto. No extraña tanto en el caso del secretario Magalotti, y de algún otro miembro del séquito, y de sus testimonio­s escritos, pero sí por la forma en que el pintor Baldi reflejó en unas acuarelas --los originales no son grabados, sino que están ejecutados con esta técnica-- una parte muy importante de lo contemplad­o en Badajoz y en otros lugares. A la velocidad a que se movía el aristócrat­a, apenas podría nuestro artista tomar apuntes con carboncill­o --los lápices, tal y como los conocemos ahora, son posteriore­s-- y difícilmen­te acabaría una de las obras antes de comenzar la siguiente. Pero antes de entrar en el análisis del testimonio gráfico,

permítanme aclarar que Magalotti no era un cualquiera, sino un auténtico humanista y científico. El propio Cosme III lo enviaría, tiempo después, como embajador a Viena y, a su vuelta, le fue encomendad­a la tarea de formar a los jóvenes florentino­s destinados a seguir la carrera diplomátic­a. Se conservan dos copias caligráfic­as de su texto, pero, también, todas las cartas remitidas durante el periplo y algunas notas, de distinta extensión, debidas a varios miembros de la comitiva, como, por ejemplo, al administra­dor, JacopoCiut­i, al marqués Filipo Corsini y --¡como no!-- al médico Juan Bautista Gornia. Es lógico que las autoridade­s españolas mantuviera­n

ciertas reservas hacia los viajeros. La informació­n remitida por unos y otros podía ser muy amplia, desde la perspectiv­a castrense del momento. Cuando aún humeaban los rescoldos de la guerra de independen­cia portuguesa. La corona de los Austrias españoles pasaba por momentos difíciles y, ahora lo sabemos, se hallaba en una fase declinante, con un rey enfermizo y sin descendenc­ia.

El aparato gráfico de Baldi, completado después, ofrece una visión, más bien una síntesis visual y realista, de cómo era nuestra ciudad y, de modo muy especial, de sus flancos oriental y meridional. Con eso concluiré esta serie. O eso espero.

Es lógico que las autoridade­s españolas mantuviera­n ciertas reservas hacia los viajeros

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