‘Jazz’, el bar de Mérida que encandiló a Morgan Freeman
Abrió este local hace 39 años Es el templo sonoro de Emérita Augusta
Es el propietario de un establecimiento mítico. De los que le dan personalidad a la ciudad. Tiene 63 años, pero sin perder la ilusión que ya lo empujaba en los 80, cuando aterrizó en Mérida, acorta su edad. «Acabo de hacer 39, los que cumplirá este año el Jazz», apunta con una carcajada el ilipense Antonio Ventura. Tampoco duda al hablar sobre una posible retirada, que pospone. «Por ahora sigo al pie del cañón. ¡Cómo me voy a jubilar si el local vive su mejor época y aquí me siento muy a gusto!», destaca.
«Es un orgullo ver que para muchos ya es una parada obligada. Hemos cogido todas las franjas de edad, a veces se juntan padres, nietos y abuelos tomando algo y disfrutando de un rato agradable», explica a El Periódico Extremadura. Seguro que nos pasa a todos. Uno empieza a ser consciente de que ya no es tan joven cuando sus referentes empiezan a cumplir aniversarios. Veinte años no es nada, dice el tango de Gardel (multiplicado por dos en el caso del Jazz), pero para algunos es media vida. Hay varias generaciones de emeritenses que se han pasado las cuatro últimas décadas en este lugar, bien dando botes los jueves, viernes y sábados por la noche o bien viendo un concierto. Ventumusicales
ra, como buen camarero que es, da cuenta de no pocas anécdotas y relata una que nunca olvidará. «Tuvimos una visita más que especial, la del prestigioso actor norteamericano Morgan Freeman. Fue una grata sorpresa», apunta con una sonrisa.
El local es un magnífico templo sonoro en el que Ventura ha aprovechado hasta el último rincón para poder colocar en sus paredes los tesoros
que ha ido acumulando durante todo este tiempo. Son sus propias filias las que marcan el estilo de un pub en el que su propietario se siente como en su propia casa. De hecho, el Jazz es como una prolongación de su propio hogar, que comparte con todo aquel que atraviesa la puerta, un envidiable museo, envidia de coleccionistas. Acabar una noche de fiesta a escasos metros del Arco
Trajano, sometiéndose a los designios musicales de Antonio, que tanto puede pinchar la canción del momento como incitar a los presentes a viajar en el tiempo de la mano de la mano de diferentes estilos musicales, es un verdadero privilegio. Con una edad en la que muchos negocios presumirían de haberse convertido en un clásico, su gran mérito es mantenerse fresco y diverso.