Cuatro novilleros en extremo ilusionantes

Ante una novillada de Alejandro Talavante, manejable más que brava, los tres toreros plasmaron un concepto del toreo y una preparación ilusionante en grado sumo. Sin que la concesión de orejas se desbordara, mejor, se han visto unas formas de torear que prometen un gran futuro a esos jóvenes toreros.

Manuel Román se sintió y se lució con el capote, verónicas a compás ante su primero. Acusado sentido del temple con la muleta, verdad en el cite y en el correr la mano. Soltaba la cara el de Talavante, no humillaba y derrotaba. Mal con los aceros, saludó.

El quinto fue deslucido, derrotaba y tenía un mal final del muletazo. No le volvió la cara y estuvo muy por encima.

Valiente Marco Perez, se fue a porta gayola a recibir a sus dos novillos. Fácil y vistoso con los capotes, toreo efectista, con mucha conexión con los tendidos. Blando se primero, le hizo un toreo limpio y acompasado. Faena muy ligada, paseó una oreja, que con la del sexto le permitió salir a hombros.

Ante el sexto, inicio de faena con pases cambiados por la espalda. Era un novillo que se quedaba corto y deslucía el final del muletazo.

Lo mejor lo hizo Javier Zulueta. Debutaba con picadores y bordó el toreo. ¡Qué sencillez y que buen hacer con capote y muleta! Cortó una oreja a su primero y otra al segundo, que pudieron ser dos si no pincha.

Lo mejor de este toero es la pureza de su toreo y la naturalidad de la que hace gala. Así desgranaba un toreo a cámara lenta, enganchando a los novillos, a los que llevaba largo y por abajo, para rematar con los vuelos de la tela. Con detalles técnicos muy estimables, como que los toques eran casi imperceptibles, por lo que el correr la mano y componer brotaban como una consecuencia de ese sentimiento que es santo y seña de este sevillano.

Noble resultó ser su primero, lo mismo que el septimo, y aquella estética sobrevenida y no buscada engrandeció la mañana oliventina.

También brilló el portugués Tomas Bastos. Buen capotero y soberbio banderillero, con muchas cualidades con la muleta. Su primero se rajó con descaro pero el octavo fue el mejor, un novillo noble que tomaba con clase la tela. A ese astado lo cuajó en una faena en la que destacó su toreo largo y por abajo, y los enormes pases de pecho de pitón a rabo. Lo pasó de faena, pinchó dos veces y solo cortó una oreja.

Los tres toreros plasmaron un concepto del toreo y una preparación ilusionante en grado sumo