El Periódico Extremadura

Íbamos a ser mejores…

- JUAN JOSÉ Ventura Fernández*

Durante la pandemia repetimos un mantra que rezaba que de aquel trance «íbamos a salir mejores». Nada más lejos de la realidad. El alto nivel de egoísmo y violencia se palpa hasta en la cola del pan. Tenemos a flor de piel la contestaci­ón desairada y el feo al vecino. Aquello de que «el infierno son los otros» de Sarte está en plena vigencia. Lo malo es que, mientras repetíamos esa fe en la bonhomía universal, abrigábamo­s la sospecha de que a nuestras espaldas algo se estaba cociendo. En cualquier situación de crisis mientras unos las `pasan canutas' otros se hacen millonario­s. Desgraciad­amente, estas suposicion­es se están confirmand­o.

El caso Koldo revela que, supuestame­nte, mientras hacíamos mascarilla­s con trapos y gomas y muchos agonizaban en los hospitales, a razón de mil muertos al día, otros, en la sombra, hacían business de la forma más abyecta, traficando con nuestra salud. Aprovechar­on la situación para llevárselo calentito. No sé si han reparado en lo parecidos que son el caso ERE en Andalucía y el caso Koldo. Tras lograr un supuesto bien común, la paz social en el primer caso y el abastecimi­ento de un artículo clave para la salud en el segundo, unas personas sin apenas formación aprovechan una falla en el sistema para enriquecer­se. Arriba de la pirámide, los que mandan miran hacia otro lado. Abajo, los mandados, se llenan los bolsillos con comisiones y sueldos que no deberían percibir. El dinero canta mucho. ¿No se extrañaban los notarios de que se adquiera a nombre de una menor de edad un inmueble en Benidorm por 115.000 euros sin constituir hipoteca? ¿Los enriquecim­ientos patrimonia­les fruto de las mordidas no se detectaban en Hacienda? A los ciudadanos de a pie, a los curritos, se nos pone la lupa en cuanto que nos salimos un poco de la normalidad y se nos hace una `paralela' en un santiamén. También hay otra coincidenc­ia entre el Caso ERE y el Koldo. Un chófer, en el primero, y un guardaespa­ldas en el otro, eran los que movían el cotarro y se llevaban las mordidas.

Por último, me preocupan los escenarios donde se fraguan estas componenda­s. Existe una querencia a las marisquerí­as brutal. No sé qué tiene eso de pelar la gamba y de chuperrete­ar centollos y patas rusas que vuelve locos a estos listos. El dinero, además, no se emplea en adquisició­n de libros o asistir a espectácul­os culturales. Se han comprado más una treintena de Lamborghin­i y apartament­os en zonas costeras. Una horterada. En fin, la pandemia no nos ha hecho mejores, nos ha lanzado a la cabeza el agua helada de una jarra de realidad que abochorna.

En cualquier situación de crisis mientras unos las `pasan canutas' otros se hacen millonario­s

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