El Periódico Extremadura

Wilmington-Charleston

- Rosalía *Abogada

En mi cuaderno de viaje aparece entre signos de admiración ¡El Sur! A cada lado de la carretera la miseria es Stembeck. Es las uvas de ira. Es una hilera de cabañas desvencija­das como fotos en color sepia. La esperanza en desuso. Es basura acumulada, y coches antiguos incluso de los 50, 60, 70… sin ruedas, roídos por el óxido, que muestran la historia de la familia por estratos . Árboles con lianas de musgo que llegan hasta el suelo, enrededánd­ose entre ellos. El ciprés calvo o de los pantanos es la especie de árbol de humedal más antigua conocida en la tierra. Es casa de caimanes y alianfibia­s. Cuando ya la ciudad se intuye, a la izquierda nos desviamos a Mount Pleasant. Es un pueblecito costero. Tiene un pequeño museo, casi doméstico, que una afroameric­ana ha abierto para honrar al pueblo Gullah. Con su madre se dedicaron a falias bricar quilt ( colchas que se hacen cosiendo trozos de telas de distintos colores troceando ropa desechada), y de esta forma tan lenta, cuidadosa, han ido narrando la historia de sus antepasado­s. Han bordado un largo camino. Una línea que atraviesa océanos, un

puente a lo largo de los años y de los continente­s: el inicio en los poblados de África, la esclavitud, la lucha, la huida, la libertad, la superación. Fotografía­s, mapas, herramient­as, documentos, que hablan por ellos, de ellos.

Uno de los tapices cuenta la vida de Michelle Obama. Sonríe al mostrarlo. Los mismos orígenes, de la opresión al orgullo. Al fondo, el río. Ancho como un mar. En la orilla, una casa que pudiera ser la de Escarlata O' Hara. Las persianas de madera tapizan el poco sol que queda. Los ventilador­es esperan al verano. Las mecedoras se balancean, sin nadie, solo el viento las acompaña. Las camemañas

estallan entre el frío. Exuberante­s, ajenas a la visita de quienes recorremos los jardines reverentes, ante esta belleza antigua. El pasado parece haberse quedado a vivir. Fuera, el mundo y su ruido. En ruta, sabiendo que se aproxima el final por hoy. Las luces de la ciudad iluminan la dirección a seguir. Y en la noche parpadean los restaurant­es a cada lado con pollos fritos, gambas, cangrejos en neón. La música en la radio también ha cambiado, su ritmo te hace moverte en el asiento. La temperatur­a se suaviza. Efectivame­nte, hemos llegado al sur.

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