El Bar Vaquerizo reabre una semana después del tiroteo
El dueño del local: «No somos los culpables, me resisto a cerrar así, en esta circunstancias» La plantilla anima a la ciudadanía a que acudan «sin miedo» a la cafetería
Una semana después del tiroteo que dejó sin vida a un varón de 36 años y herida a su mujer en Badajoz, la cafetería Vaquerizo, donde se cometió el crimen, reabrió ayer al público.
La jornada fue la habitual: apertura a las 06.00 horas de la mañana y cierre a las 23.00 horas como siempre. La acogida, por otra parte, no fue del agrado del dueño del establecimiento, Antonio Vaquerizo. «El ambiente muy cortado, frío, han venido clientes habituales al desayuno pero un día muy flojo», explicó.
Pese a la idea inicial del propietario de cerrar definitivamente tras el suceso, Antonio se niega a que después de casi 20 años con el negocio, su despedida sea en estas circunstancias: «Me resisto a irme así, mi pasión es la hostelería. Lamentamos lo sucedido pero no somos culpables de lo sucedido».
El pasado miércoles 29 de febrero un hombre encapuchado bajó de un vehículo de color blanco y accedió a la entrada lateral de la cafetería Vaquerizo, situada junto a la gasolinera Cepsa de la carretera de Sevilla. El individuo sujetó la puerta con una mano y
con la otra disparó a un hombre, que falleció, e hirió a su mujer. La pareja desayunaba en el local, eran clientes habituales. «Nunca han dado problemas, sabíamos quienes eran pero siempre hemos tenido un trato cordial con ellos», apuntó Antonio Vaquerizo ayer. El caso se encuentra ahora bajo investigación policial y el juez ha decretado el secreto del sumario.
Como consecuencia de los hechos, el dueño del establecimiento decidió cerrar temporalmente el negocio. El fin de semana lo dedicaron a arreglar los daños causados por el tiroteo: «El sábado reparamos los disparos de la pared. Durante estos días hemos estado limpiando todo el desastre ocasionado, y el martes ya comenzamos
a preparar las migas y la comida para la semana», apuntó.
Los daños no solo han sido materiales, ya que los trabajadores, incluido el propietario, aseguran estar destrozados psicológicamente. Todos han acudido a la apertura, entre ellos los camareros presentes en el altercado. Uno de ellos intentó reanimar a la mujer herida que ya fue dada de alta. Además, todos ellos permanecieron en el interior de la cafetería con el cadáver durante más de una hora: «Es algo muy fuerte, no es una pelea cualquiera, un fallecido es un fallecido. Son palabras mayores», indicó Antonio Vaquerizo.
La idea del propietario era cerrar temporalmente para reformar y cambiar el nombre del local. Pero con esperanza, ha decidido reabrir a la expectativa de «lo que decida la clientela». Vaquerizo entendería una respuesta negativa, pero a la vez anima a la población a que sin miedo acudan a su establecimiento famoso por sus desayunos y migas con jamón ibérico: «Estamos pendientes de cómo será la acogida por parte del público. La gente que me encuentro por la calle me pide que no cierre, que sea valiente», explicó emocionado Antonio.
No dan por sentada la victoria y precavidos esperan que, paulatinamente, cada vez sea más gente la que se anime a acudir al local como se hacía asiduamente. La acogida ayer no fue un éxito, pero ha sido como se esperaba. «Es comprensible, la gente tiene miedo pero este es un sitio seguro». Antonio Vaquerizo aseguró ayer que en 17 años no ha habido ningún incidente. Ahora «la mala suerte» ha traído no solo un asesinato, sino también un atraco hace tan solo tres meses.
El 29 de noviembre del pasado año dos individuos cubiertos con cascos de moto irrumpieron con un revólver en la cafetería. Sin dejar ningún herido, robaron el dinero de la caja registradora y dispararon contra la estantería que se encuentra tras la barra. Antonio Vaquerizo vivió la desagradable experiencia como un suceso aislado que puede ocurrir en cualquier otro sitio, lo que él no esperaba era que en tan solo tres meses y tres días después ocurriera lo que sucedió.
Hijo de campesino, el dueño de Vaquerizo en un primer momento quiso dedicarse a la agricultura. Circunstancias de la vida le hicieron encontrar en la hostelería «la profesión más bonita del mundo», y en la cafetería su «casa». El propietario asegura pasar más tiempo en el bar que en cualquier otro sitio. A cinco años de la jubilación y con la esperanza de que los terribles hechos que han dejado un muerto acaben siendo cosa del pasado, va a luchar día tras días para no renunciar e irse del trabajado «que le anima a levantarse cada mañana».
Los camareros que presenciaron el crimen estuvieron encerrados durante una hora con el cadáver en el local