GLORIA SÁNCHEZ ANTOLÍN ¿Y por qué yo no?
No recuerdo si de niña era feminista, seguramente porque no tenía idea de lo que era. Pero sí recuerdo que tenía criterio propio, era autónoma, libre y poco influenciable. Mi madre, sin saberlo, también debía de ser feminista y aún sin trabajar fuera de c
Los tiempos han cambiado y desde hace años, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se ha convertido en un referente de igualdad para mujeres y hombres en el mundo.
España ha sido reconocida en 2023 como el cuarto país europeo con un mayor índice de igualdad según el European Institute of Gender Equality, ascendiendo desde hace varios años hasta este destacado puesto. La buena noticia relacionada con este dato podría hacernos olvidar que, existen aún muchos países del mundo, en los que las condiciones de las mujeres distan mucho de los objetivos de equidad, libertad y respeto. Afganistán, Pakistan y la RD del Congo tienen el dudoso honor de cerrar el ranking del Índice de Brecha Global de Género del Foro Económico Mundial. Por tanto, y como en tantas otras situaciones, a nivel global no olvidemos que queda mucho camino por hacer.
En el mundo occidental, la denuncia en 2016 en Twitter de Alyssa Milano contra Harvey Weinstein, puso en marcha el movimiento #MeToo, una importante respuesta en redes sociales contra la violencia sexual con las mujeres, que consiguió modificar la tolerancia de la sociedad hacia este tipo de actuaciones que hasta ese momento eran ocultadas y consentidas, y ha permitido a muchas otras, expresar sus experiencias, silenciadas por miedo a que la sociedad entera, incluso las personas más cercanas les hicieran responsables de su situación e incluso dudaran de su versión del hecho.
Personalmente, tardé mucho en ser consciente de lo que es la desigualdad de género, quizás porque la falta de perspectiva y experiencia lo impide, o tal vez, porque es difícil reconocer una situación injusta cuando ésta, está integrada en lo más profundo de la sociedad y se asume como lo correcto
Estudiar medicina o aprobar el MIR tienen afortunadamente pocas inequidades asociadas a ser mujer. Sin embargo, conocí por primera vez la discriminación por razón de sexo, cuando traté de hacer la tesis doctoral. Tenía 26 años, había sido premio extraordinario de mi promoción: ¿Para qué quieres tú la tesis? Es para quien quiere dedicarse a la investigación, a la docencia, mi mujer no la hizo… Yo sólo supe responder: ¿Y por qué yo no? Al leer esto habrá quien piense que también a un hombre podría haberle pasado, pero casualmente no hubo mujeres durante años en ese servicio que realizaran la tesis doctoral y las razones para negármelo no parecían muy convincentes. Fue la primera vez en mi vida en que me sentí infravalorada únicamente por el hecho de ser mujer.
Aunque seguía sin saber que era feminista, este contratiempo no me impidió desarrollarme profesional y personalmente. Y en el año 2000, con una hija de 4 años y un embarazo de 15 semanas descubrí que mi marido también era, sin saberlo, feminista. Conseguí una beca de ampliación de estudios de cuatro meses en los Estados Unidos y tuve que decidir si irme o no. Él me dijo: si es bueno para ti, es bueno para los dos. Y descubrí la necesidad y la importancia de que mujeres y hombres se apoyen e impliquen en ser cada vez más iguales.
Pasó el tiempo y conseguí ser doctora en medicina y muchas otras metas que en aquel momento ni siquiera me podía imaginar. Pero cuando empecé a ser consciente del feminismo fue mucho después, al escuchar repetidamente frases referidas a mujeres, como “Tiene abandonada a su familia por el trabajo”, “¿qué le parece a tu marido tu ascenso?”, “Quién se va a encargar de recoger la casa o los niños si no estás? y otras similares que no suelen dirigirse a los hombres. Y confirmé mi feminismo al observar la injusticia de que los mismos valores eran considerados de forma diferente en un hombre que en una mujer: Los hombres decididos, seguros de sí mismos, proactivos son líderes muy valorados, mientras las mujeres decididas, seguras de sí mismas y proactivas, son personas problemáticas.
En ocasiones escucho tanto a mujeres como a hombres negar la existencia de la de discriminación de la mujer. Y es posible que existan mujeres que no sufren esa situación. Pero no ver la diversa realidad que nos rodea es tener una visión limitada de la realidad, y
una actitud egoísta. Desde una posición privilegiada hay aún más motivos para contribuir a mejorar la situación de mujeres en dificultades.
Podríamos pensar que, en niveles sociales bajos, o de nivel educativo menor existe una menor igualdad. Pero nada más lejos de la realidad. En ámbitos profesionales, sociedades científicas o en la investigación, el machismo está profundamente arraigado, revestido además de intelectualidad.
La ciencia me ha hecho aún más feminista, ya que aporta evidencias, por ejemplo, del menor acceso a la atención sanitaria y mayor mortalidad de las mujeres con infarto de miocardio respecto a los hombres, la menor representación de mujeres en la Universidad, en sociedades científicas, en ponencias en congresos y en puestos directivos, tanto en instituciones públicas como privadas, o las diferencias salariales. Tampoco sirve ya el argumento de que la infra-representación de mujeres se debe su baja proporción en determinadas profesiones, porque incluso en trabajos tan feminizados como enfermería la proporción de hombres en puestos directivos no se corresponde con el porcentaje de hombres y mujeres profesionales.
Además, la igualdad es incluso rentable. Se sabe que los equipos en los que trabajan juntos hombres y mujeres son más productivos, tienen una mayor diversidad en la visión de los problemas y permiten una mejor comprensión de las necesidades de la sociedad, que también es mixta. Son equipos más creativos y con mayor capacidad de innovación e incluso ayuda a reducir los conflictos y tensiones en los equipos.
El feminismo ha impregnado la sociedad. Y, afortunadamente, cada vez existen más mujeres de éxito en todos los ámbitos. También en puestos de liderazgo. Estas mujeres son fundamentales para niñas y jóvenes. Es imprescindible que existan referentes en ciencia, en la empresa, en política o en el mundo del arte y las letras. Mujeres visibles, que sean modelos a seguir y que inspiren a avanzar en cualquier campo del saber o de la vida.
Es posible que la aparición de modelos femeninos que se sienten libres para expresarse, para tomar decisiones sin sentirse condicionadas por las opiniones de los que están alrededor, sea una de las claves del cambio. Las soluciones están en nuestras manos, en nuestra capacidad de lucha, de independencia, de resiliencia y de trabajo. Por último, este camino hacia la igualdad no lo podemos hacer solas. El apoyo de las mujeres a las propias mujeres o sororidad es básico para avanzar en igualdad. Pero por supuesto necesitamos
Este día nos recuerda la importancia de trabajar juntos para crear un futuro donde todas las personas, independientemente de su género, tengan las mismas oportunidades para desarrollarse plenamente y ser felices.
el apoyo de los hombres que entienden que los derechos y oportunidades del otro 50% de la sociedad deben ser respetados. Esto supone para ellos, perder en parte, una situación de privilegio, muchas veces no buscada, pero es un gesto que a la larga beneficiará a toda la sociedad que será más justa.
Mis dos hijas, de 28 y 23 años sí saben que son feministas, y gracias a ellas he descubierto que he sido feminista desde siempre y he aprendido a manifestarlo sin complejos. Porque ser feminista es simplemente luchar por lo justo: la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
El 8 de marzo, el día Internacional de la Mujer, nos recuerda un año más que juntos podemos lograr que mujeres y hombres, niñas y niños, sean libres para decidir su camino en la vida, con las mismas oportunidades para ser felices y desarrollarse como personas y como profesionales. ¡Feliz Día Internacional de la Mujer!