«Los políticos no te llaman, te envían ‘palomas mensajeras’»
Juez que presidió el juicio de los atentados del 11M
El juez, hoy abogado, que presidió el tribunal de la Audiencia Nacional que juzgó los atentados del 11M, en los que murieron 192 personas, rememora los casi cinco meses de sesiones celebradas en un pabellón de la Casa de Campo entre febrero y julio de 2007.
– ¿Cómo recuerda hoy aquellas jornadas en el pabellón de la Casa de Campo?
– Son muchos recuerdos, todo fue muy intenso, muy medido, con mucha presión y muy agradable también dentro de la tragedia. Lo que estábamos jugando era una auténtica tragedia, unos delitos terribles, pero tuvo una parte humana que yo recordaré toda mi vida. El trato con ustedes los periodistas, por supuesto, con las víctimas, incluso con los familiares de alguno de los acusados.
– ¿Hubo alguna que destacó especialmente?
– Por un lado, la declaración del señor Díaz de Mera [director general de la Policía cuando se perpetraron los atentados, y después eurodiputado del PP], y por otro la de una de las víctimas, que era un chico en aquella época joven, que quedó con bastantes lesiones. Estuve con él un mes y está muy bien. Sobre la declaración de Díaz de Mera, fue el único momento en el que temí que el juicio estuviera en peligro, porque empezó su declaración diciendo que había un informe que vinculaba a ETA con los atentados, cosa que sabíamos que era rigurosamente falsa porque el informe estaba en los autos. Se trataba del hallazgo de ácido bórico en el domicilio de Hassan el Haski en Canarias, similar al encontrado en un piso de ETA en Madrid. Pero esta sustancia no sirve para fabricar explosivo, sino para la higiene. El señor Díaz de Mera se negó a decir quién era su fuente y eso provocó que yo le sancionara en el acto y luego redujera testimonio al Tribunal Supremo por un delito de desobediencia grave. Esa misma tarde me hizo llegar en un sobre la identidad de la fuente, que ya sabíamos.
– ¿Cómo vivió el tribunal los bulos, las informaciones controvertidas, la desinformación?
– Todas estas teorías de la conspiración fueron un episodio bastante importante del juicio. Primero, porque es muy fácil hacer una teoría de la conspiración y, sin embargo, es muy difícil contestar en una sentencia al cúmulo de tonterías que se llegaron a decir. Recuerdo además con mucha tristeza, con vergüenza ajena, los testigos miembros de ETA que declararon y sobre todo, el testimonio de Heri Parot [histórico de la banda] al que una defensa llegó a preguntar si se había entrenado en Argelia. Era plenamente conocido por
las fuerzas de seguridad que nunca había estado en Argelia ni había visto a un yihadista en su vida.
– ¿Sufrieron presiones los magistrados?
– Vamos a ver, nunca es un político, pero ni en este juicio ni en ninguno te va a llamar, porque eso sería una temeridad. Se manda lo que denominamos en el argot palomas, palomas mensajeras, que son amigos, conocidos, primos, otros compañeros que te trasladan: «Oye, mira bien esto». Te están mandando un mensaje.
¿Y cómo respondieron?
–
– El tribunal era un tribunal muy experimentado. Estaban conmigo Fernando García y Alfonso Guevara, que tenían una experiencia altísima, porque el primero debería llevar en aquella época ya casi cuarenta años de servicio, Alfonso más de 30, y yo llevaba también veintimuchos y, por lo tanto, no nos influían. Pero presiones sí que había.
– ¿Cree que la sentencia sirvió para dar satisfacción a una sociedad que había quedado marcada por la tragedia?
– La sociedad estaba dividida, todavía hoy hay opiniones para todos los gustos. Yo creo que a la mayoría más que satisfacción, les generó algo de alivio. El problema de los juicios es que la gente tiene que entender que el objeto de un juicio lo marcan las acusaciones y de ahí no te puedes salir. No podíamos contestar a los montones de disputas que había en la calle. Yo siempre digo que lo más difícil de esa sentencia fue contestar a las cosas que no tenían sentido, como por ejemplo poner en cuestión que no había sangre en las pocas paredes que quedaron donde se suicidaron los terroristas en la calle de Martín Gaite de Leganés. Mire usted, la dinamita deflagra a 3.000 grados, y todo queda en polvo, no queda nada.
– ¿Existió una cierta frustración por no poder juzgar a los autores materiales? ¿Cree que esta circunstancia condicionó el juicio?
– No es que condicionara, es que nos dejó sin mucha información tanto en la instrucción como en el propio juicio. De hecho, otra de las famosas teorías conspiratorias tuvo que ver con el llamado autor intelectual. ¿Quién ideó los atentados? Pues mire usted, no lo sabemos. Yo creo que tuvo mucho que ver en esto el tunecino que se suicidó en Leganés. Pero hay teorías de expertos muy cualificados que dicen que probablemente uno de los ideólogos fue un conocido yihadista que se nos dio la fuga en la llamada operación Dátil, y que creemos murió en Siria en 2005. Teorías podemos hacer las que queramos, pero le recuerdo a la gente, porque yo entiendo que la gente no tiene por qué saberlo, que el atentado no tiene nada de original. El 24 de diciembre de 2003, algo menos de tres meses antes de los atentados del 11 de marzo de 2004, ETA coloca 50 kilos de dinamita en el expreso IrúnMadrid, que llegaba a Chamartín en la Nochebuena. Uno piensa: «Esta vez lo ha hecho ETA». Pero luego quedó desmontado, claro.
– La sentencia del Tribunal Supremo apenas varió la de la Audiencia Nacional.
– Confirmó todo lo que se refería a la conducta periférica. Nuestro trabajo fue validado por el Supremo. Fue un juicio que se celebró en cuatro meses y medio con más de 100 peritos y 900 testigos inicialmente citados . Creo que hicimos un trabajo dentro de la circunstancia, lo más digno posible.
Abandonó la judicatura ahora ejerce la abogacía. ¿Tuvo que ver con su participación en un proceso de la relevancia del 11M?
– – No, no tuvo nada que ver. Cuando me cesan de presidente de la Sala me marché a un juzgado central de instrucción y luego pedí salir de España. Doy las gracias tanto al entonces presidente Rajoy como a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y a un diputado muy amigo mío que fue el que me echó una mano, pues me nombraron magistrado de enlace en Francia. Cuando tú sales de la carrera a un puesto de este tipo, lo primero que ves es que hay vida más allá de la judicatura clásica, de ejercer la jurisdicción. Y eso te descomprime mucho. Yo lo cierto es que estando en Francia no quería volver a la Audiencia Nacional, donde tenía mi plaza reservada. Y en ese interín vino un íntimo amigo mío a ofrecerme la incorporación a este despacho.
«No concibo otro 11M. Tenemos una fuerza de seguridad y unos servicios de inteligencia muy entrenados en esta materia»
– ¿Cree que es posible que España pueda volver a sufrir un ataque similar?
– Yo creo que es muy difícil. Francamente, otro atentado como el del 11 de marzo. Yo no lo concibo. Tenemos una fuerza de seguridad y unos servicios de inteligencia y de información muy entrenados en esta materia. Somos probablemente los mejores del mundo y no creo que nunca se puede decir que no va a ocurrir, pero es muy difícil. La prueba la tenemos en que desde el 11 de marzo de 2004 hasta los atentados de Barcelona del 17 de abril pasan casi 14 años sin atentados con víctimas.