Han pisado el acelerador
Celebran la amnistía a la medida de Puigdemont y del resto de los delincuentes, del procés y de su extrarradio, como si fuera el más grande de los éxitos y un acontecimiento glorioso para España. Doce años de delitos, sentenciados o no, quedan borrados. La Comisión de Venecia, cuyo esbozo han retorcido a conciencia, les recomendó un mayor consenso y que no se diesen prisa por aprobarla. Ellos, en cambio, han pisado el acelerador. La urgencia por sacar adelante la ley que excluye el terrorismo, la malversación del dinero público y la alta traición, piensan unos y otros, el Gobierno y los independentistas, confían es un antídoto contra la repercusión política y criminal del «caso Koldo», sus ramificaciones ministeriales, y la responsabilidad de la tercera autoridad del Estado, entonces presidenta de Baleares, como cómplice en el negocio de las mascarillas defectuosas durante la pandemia.
Vienen a decirnos que la traición solo existe cuando se apuñala con cuchillo al traicionado, que malversar únicamente es delito cuando existe un lucro personal, que mientras tanto el dinero de todos se puede dilapidar como los malversadores crean conveniente hacerlo, y que el terrorismo, por poner el ejemplo más a mano, se circunscribe a ETA. No tiene nada que ver con los CDR, autores en aquellos días de la violencia callejera, a los que incautaron armas y explosivos con los que planeaban atentados. Puigdemont, investigado por el juez como inductor, no puede considerarse por tanto un terrorista. Pero los jueces y los fiscales han advertido que la nueva redacción de la ley no asegura el blindaje total del expresident.
Aunque Bolaños lo celebre, no hay regocijo en la calle por «la pacificación de Cataluña». La inmensa mayoría de los españoles entiende este perdón como una derrota indigna a manos de alguien que no ha esperado un minuto para anunciar que el procés volverá y que cada asunto que el Gobierno quiera tratar tendrá nuevo precio. Sánchez, ufano, dice que a la oposición se le hará largo. A él...