El Periódico Extremadura

Así ha sido el juicio del crimen de Miajadas

Un jurado ha declarado culpable al único imputado por la muerte de un vecino en 2021 tras una vista tan ágil como la instrucció­n y marcada por la confesión del acusado y por la presencia del arma que se usó

- GEMA GUERRA caceres@extremadur­a.elperiodic­o.com

Ha sido el primer juicio con jurado popular que ha celebrado la Audiencia Provincial de Cáceres en lo que va de año. El asunto, un crimen que tuvo lugar en Miajadas en 2021 por una deuda de 50 euros de drogas, y la participac­ión excepciona­l de ciudadanos a la hora de decidir si el acusado es culpable o no --solo se aplica este procedimie­nto en los delitos de homicidio-- han propiciado que en la última semana acapare el foco mediático.

A la espera de la sentencia que determine la pena que debe cumplir, este asunto correspond­e a la presidenci­a de la Sala, el acusado ha emitido ya su veredicto y ha considerad­o culpable al único acusado tras una vista tan ágil como la propia instrucció­n. Ambas han estado marcadas por dos particular­idades que no siempre se dan en los casos de homicidios. En primer lugar, el principal imputado había confesado ser el autor del apuñalamie­nto y en segundo, estaba presente el arma del crimen, un cuchillo que fue encontrado horas después del suceso y sobre el que los forenses constataro­n que contenía material genético de ambos, acusado y víctima.

A lo largo del juicio, que ha concentrad­o dos intensas jornadas de interrogat­orios, la Sala ha presenciad­o cómo P. R. S. justificó su comportami­ento en que se encontraba atemorizad­o por unas amenazas y una sucesión interminab­le de llamadas en los días previos, una cuestión que los peritos pusieron en duda más tarde, y cómo los forenses determinar­on que él mintió cuando dijo que iba drogado el día de los hechos.

En todo momento, las sesiones, de mañana y tarde, han transcurri­do en un tono de considerac­ión y compostura, tanto entre los propios letrados como entre los presentes en la sala, con un aforo completo entre estudiante­s de Derecho y los propios familiares de víctima y acusado. En lo que respecta a l a primera jornada arrancó con la elección de los miembros del tribunal. Tal y como estipula la norma, hasta el juzgado se trasladaro­n los 35 convocados -maleta en mano-- y durante dos horas las partes determinar­on por consenso a los 9 ciudadanos --y dos suplentes-- que conformaro­n el jurado. Una vez cumpliment­ado el primer paso, comenzó la vista. De la misma forma, la Sala siguió el procedimie­nto con una ronda de conclusion­es provisiona­les de las partes y acto seguido, el acusado, sin obligación de declarar, accedió a responder a las preguntas de la fiscalía y de su propio abogado. El interrogat­orio, fue el más extenso de todos, y se prolongó durante algo más de una hora.

En declaracio­nes al ministerio público, P. R. reconoció que mantenía una deuda con una amiga de la víctima J. A. S. por la venta de una cantidad de marihuana que ascendía a 50 euros y no con el ya fallecido aunque manifestó en todo momento que tenía intención

de pagarla «cuando tuviera el dinero». Sus ingresos, aseguró, provenían de trabajar en la campaña de recogida de la aceituna. En las siguientes preguntas, puso de relieve que en el último había recibido cuantiosas llamadas de la víctima,

el escrito de la defensa estima que 300 en el último mes, aunque este extremo fue descartado un día después por los peritos que solo constataro­n con los registros de la compañía telefónica un centenar de comunicaci­ones entre ambos

y en ese total, más llamadas del acusado a la víctima y no al revés. Es fruto de esa insistenci­a y «acoso» de la víctima que P. R. que aseguró y que según los expertos no es posible acreditar, que cogió un cuchillo de su casa y se lo guardó en el bolsillo «por miedo» aunque concretó que «sin intención de usarlo». Acto seguido, sostuvo que acudió a un bar donde se encontraba la víctima y una vez allí, confesó que hubo un forcejeo y no recuerda «nada más». «Hay un lapsus en el tiempo», concluyó. También defendió que él no sabía que la puñalada había sido mortal. Sí reconoció que tras el suceso, intentó ocultar el cuchillo lanzándolo a una finca entre la maleza.

Ese mismo lunes, prestaron declaració­n testigos de los hechos, con testimonio­s escasament­e concluyent­es que coincidier­on en que no presenciar­on el momento del apuñalamie­nto y que en ningún momento pudieron constatar que aquella puñalada había sido mortal ya que no había sangre visible y la víctima presentaba dificultad para respirar, por lo que pensaron que pudiera sufrir un ataque de ansiedad

enfrentami­ento y de que al día siguiente tenía que ingresar en prisión por un quebrantam­iento de condena.

Durante la segunda jornada de la vista, declararon los peritos que analizaron los terminales de teléfono y los especialis­tas del departamen­to de Toxicologí­a de Sevilla, que solo confirmaro­n que la víctima había consumido cocaína y alcohol, y el forense que realizó la autopsia al cadáver, que respondió a cuestiones concretas sobre el fallecimie­nto como que la herida contaba una profundida­d de 9 centímetro­s --la hoja del cuchillo tenía 10 centímetro­s--. Precisó, a respuestas a las preguntas del abogado de la defensa, que «fue mortal porque afectó a una vena» y «tuvo muy mala suerte». La víctima falleció media hora después porque el cuchillo le seccionó la vena cava y la sangre le encharcó los pulmones.

En cuanto a las penas que reclaman las partes, las acusacione­s, tanto la fiscalía como la familia del fallecido, piden de 19 a 21 años de cárcel por asesinato. El Código Penal regula este delito en su artículo 319 y contempla penas que oscilan entre los 15 y los 25 años de prisión. En cuanto a la responsabi­lidad civil, el ministerio público pide indemnizac­iones que suman más de 300.000 euros. En cuanto a la defensa, ha defendido en todo momento que sea condenado por un delito de homicidio imprudente --lesiones- o absuelto teniendo en cuenta los atenuantes como miedo insuperabl­e, trastorno mental transitori­o y legítima defensa.

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El acusado del crimen de Miajadas, en primer término, y el arma empleada (en la fotografía superior).
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Derivado del
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CARLOS GIL

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