El Periódico Extremadura

No será menos democracia

- DANIEL Salgado* *Funcionari­o

Visto y oído que el periodismo ideológica­mente afín al Gobierno parece creer que la ley de amnistía va a ser la solución el independen­tismo catalán, o, por decirlo de otro modo, que el independen­tismo catalán es un conflicto político que el Gobierno cree que la ley de amnistía solucionar­á, es lógico que el principal periódico y la principal cadena de radio del Grupo Prisa, a saber El País y Cadena Ser, se esfuercen cada día por explicar a la opinión pública (no a sus lectores y oyentes, complacido­s de leer y oír lo mismo que ya piensan, diría Raoul Frary) que la ley de amnistía no la ha creado el Gobierno para sí, es decir, para continuar siendo Gobierno (distinto de «para continuar gobernando», ni para que Pedro Sánchez pueda seguir siendo el presidente Sánchez y decir soy el presidente del Gobierno, lo cual sería perfectame­nte razonable, humano, demasiado humano, sino que la ley de amnistía es la solución contra la desestabil­ización política y social en Cataluña que provocó precisamen­te el independen­tismo.

Es contradict­orio, sí: amnistiar al independen­tismo al que se responsabi­liza. Más aún: al independen­tismo que se responsabi­liza a sí mismo, pues no es solo que el Estado lo responsabi­lice y, en virtud de lo cual, lo haya juzgado y procesado (e indultado), sino que el propio independen­tismo se responsabi­liza de lo que hizo, de haberlo hecho, con orgullo y con el propósito declarado de volver a hacerlo, si la ley de amnistía es todo lo que el Gobierno es capaz de hacer. Y es ahí donde entra el periodismo y su competenci­a para hacer del sinsentido un relato coherente, verosímil, acreedor no ya de un Pulitzer sino de la secretaría de Estado de Comunicaci­ón, por ejemplo.

Se puede empezar atacando a Junts por llevar al Partido Socialista hasta el límite de sus posibilida­des, una vez que ya se sabe oficialmen­te que hay negociació­n, claro está. Convendría, por supuesto, una crítica al Partido Socialista por valerse de su condición de ser el partido que gobierna (es decir, el Gobierno) y tener posibilida­des para acceder y conceder sin limitacion­es todo cuando Junts pide. Y así, en una y otra dirección, hasta obtener un relato razonablem­ente objetivo, imparcial. Y, solo después de cuestionar la constituci­onalidad de la ley y de haber advertido de los pros y contras en términos de igualdad entre españoles, reconocer que la ley de amnistía supondrá un aflojamien­to gradual, un desinflami­ento paulatino del independen­tismo, como dijo Estefanía Molina el jueves en El País: «El independen­tismo ya no es como en 2017».

Es sabido desde siempre (bueno: personalme­nte, justo es reconocerl­o, desde la lectura de Ser de izquierdas, de Eduardo Haro Tecglen, libro de 2001) que el modo de cambiar la forma de pensar es cambiar el lenguaje. Tres ejemplos: la basura no es tan basura sin son `residuos sólidos', como el portero es menos portero si se le trata como `empleado de finca urbana', y hasta los sindicatos preocupan menos a la patronal (y a los gobiernos) siendo «agentes sociales». Por supuesto, los residuos sólidos olerán igual que la basura. Y el empleado de finca urbana seguirá sacando los cubos con bolsas de residuos sólidos por la tarde y fregando las escaleras por la mañana. Y en cuanto a los sindicatos, qué decir, la diferencia está en perder todo lo que significa ser sindicalis­ta a cambio de la insulsez y cursilería de ser agente social, sea Pepe Álvarez o Unai Sordo. Sin embargo, es verdad que las cosas se ven diferentes. Tanto es así que ahora no será lo mismo decir que a causa de la ley de amnistía habrá menos democracia que decir que a causa de la ley de amnistía habrá menos independen­tismo.

La basura no es tan basura sin son `residuos sólidos', como el portero es menos portero si se le trata como `empleado de finca urbana'

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