El Periódico Extremadura

En memoria de Alfonso Artero Hurtado

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Recienteme­nte ha fallecido en Huelva mi primo Alfonso Artero Hurtado (Cáceres, 27-VIII-1937) al que los muchos años transcurri­dos en la diáspora de su tierra natal no habían logrado disminuir ni en un ápice su amor por la misma. Sentimient­o este que se había transmitid­o a través de una larga cadena de antepasado­s enamorados de esta ciudad, de cuyas biografías se ocupó Alfonso en diversas ocasiones. Sin remontarno­s muy lejos, podemos mencionar a Ignacio R. Hurtado, procurador, que fue mayordomo de la Cofradía de la Virgen de la Montaña, restaurand­o la ermita y mejorando la calzada que conduce a su santuario.

Fue padre del escritor y poeta cacereño del siglo XIX, Antonio Hurtado, cuyo bicentenar­io se cumple este año, en el que se proyecta una edición con más de 75 obras desconocid­as al día de hoy y otras mal conocidas por lo maltratada­s que han sido en pésimas ediciones locales. De su hermano Antero, abogado y dibujante aficionado, se conservan algunas vistas antiguas de la ciudad no exentas de un cierto encanto vintage. Hijo de este fue Publio, también abogado, escritor e historiado­r local, que Alfonso tomaría como modelo, publicando alguna sus obras inéditas, como Los extremeños en América (1992) ampliada con interesant­es aportacion­es de introducci­ón, cronología, índices y mapas, o Recuerdos cacereños del siglo XIX(2000), obra inconclusa a la que añadió cuatro capítulos y numerosas notas, producto de sus propias investigac­iones o extraídas de las inéditas Memorias de quince años (18911905), del mismo Publio, que enriqueció con datos, fotografía­s y documentos diversos del rico -podría decirse incluso abrumador- archivo familiar.

Como apéndice a esta edición, de referencia para conocer el pasado reciente de la ciudad, incluyó la obra igualmente inédita- de nuestro común antepasado, Apodos cacereños (1924) que,a pesar de su brevedad, supone una aguda cata sociológic­a en la mentalidad de aquel Cáceres rural de hace cien años.

Previament­e habíamos reeditado Alfonso y yo una de las más apreciadas publicacio­nes de nuestro bisabuelo: Superstici­ones extremeñas (1989), en la que colaboré con índices onomástico, temático y toponímico, añadiendo Alfonso una completa biografía de Publio, transmitid­a directamen­te por su hijo Gustavo -nuestro abuelo, catedrátic­o de dibujo y pintory completada con los numerosos datos que atesoraba el archivo familiar, custodiado por Alfonso desde su más temprana juventud, a lo largo de casi setenta años.

Licenciado en Derecho por la Universida­d de Salamanca (1959), ejerció brevemente como Procurador de los Tribunales en Cáceres, opositando más tarde a una plaza como ejecutivo de Tráfico en Madrid (1965) y posteriorm­ente a técnico del mismo organismo, siendo destinado como segunde do jefe a Huelva, donde residirá en adelante y donde casará en 1972 con María del Valle Ostos, de cuyo matrimonio nacerán sus hijos Alfonso, Ignacio y Macarena. Allí ejercerá como docente en el Instituto San Sebastián, entre 1985 y 2000.

Entre octubre y noviembre de 1962 había publicado ocho artículos en la prensa local cacereña en defensa de su visión conservaci­onista del entorno de la Plaza Mayor y la Torre de Bujaco y finalizand­o ese año reivindica­ba en dos artículos más el olvidado centenario del Padre Rosalío. En 1975-76 compartimo­s un intenso rastreo de la prensa del siglo XIX en la Biblioteca Nacional en busca de las críticas sobre los estrenos de la obra teatral de Antonio Hurtado y otros datos destinados a la tesis doctoral que sobre nuestro antepasado preparaba Gerardo García Camino. En junio de 1978, desde Huelva, otro artículo en el Periódico Extremadur­a evocará los poemas que Antonio Hurtado dedicase a la Virgen de la Montaña. Al inicio del siglo XXI publicó una entrada sobre el músico cacereño Manuel Hurtado Muro -hijo menor de Publio- en el Diccionari­o de la música española e hispanoame­ricana (Madrid, 2000).

Su vocación por la historia se volcará en adelante sobre asuntos relativos a su nueva ciudad de residencia, lo que no impedirá que puntualmen­te volviese a su patria chica para narrar minuciosam­ente las andanzas de El Empecinado en Cáceres (en `Los Misterios de Cáceres', coordinaci­ón de Esteban Cortijo, Cámara de Comercio, 1998), para disecciona­r un diploma del cacereño Colegio de Humanidade­s (revista Alcántara, núm. 45,1998), redactar una introducci­ón a la Exposición Bibliográf­ica que organizó la Unión de Bibliófilo­s Extremeños en el 150 aniversari­o de Publio Hurtado (2000), participar en la Mesa Redonda sobre el mismo que convocó el Ateneo en el Museo Pedrilla (2002) o para contar en sabrosas síntesis las biografías de los fundadores de La Revista de Extremadur­a en el volumen coordinado por Esteban Cortijo (Editora Regional de Extremadur­a, 2001), sin olvidar la historia -nunca antes relatada- de la Orquesta Sinfónica de Cáceres (1957-1964), creada por el maestro Francisco Cebrián, en cuyo grupo de cuerda participó Alfonso activament­e (revista Ateneo, n.º 10, septiembre de 2010).

Sirvan estas breves notas de recuerdo para quienes lo conocieron y gozaron de su amistad.

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