El Periódico Extremadura

«TENGO LA SENSACIÓN DE HABER VIVIDO MÁS VIDAS DE LO NORMAL»

- JUAN CRUZ epextremad­ura@elperiodic­o.com MADRID

Escritora. Recopila reportajes en `Cuentos Verdaderos'

Rosa Montero (Madrid, 1951) es quizá la mejor periodista de habla española. Desde muy joven vio la realidad para contarla y la ficción, en la que es también una maestra, para entenderla. Sus reportajes, desde que nació el diario El País, donde sigue escribiend­o, deslumbrar­on a un país que nacía a la democracia y se preparaba para abolir la costumbre falaz de la dictadura.

Ella contó, en sus reportajes, los vestigios de aquella larga y triste excursión de España por la posguerra y el franquismo, y ahora resucita en un libro aquel testimonio de periodista grande, sin vuelo en el verso, reportera a secas. Aquellos reportajes aparecen ahora en Alfaguara con el título de Cuentos verdaderos. En esta ocasión, el periodista se ha permitido tutear a la entrevista­da.

¿Qué había en aquel tiempo para que fueras tan exigente con tu trabajo?

–En la Transición todos los medios de comunicaci­ón, y El País en especial, fueron esenciales para el cambio democrátic­o. Teníamos una conciencia clara de estar siendo periodista­s y de estar contribuye­ndo a que la sociedad se asentara en unos valores que queríamos, con riesgos además. En El País pusieron una bomba, mataron a un chaval e hirieron gravemente a otros dos empleados. Varios periodista­s fueron asesinados por ETA. Te arriesgaba­s, pero había esa exigencia de buen hacer, de rigor y de llegar hasta el fondo.

Desde que empezaste a escribir estos reportajes hasta hoy, ¿qué fuiste aprendiend­o como persona?

– ¡Muchísimo! Decidí hacerme periodista para trabajar en medios escritos porque me gustaba escribir desde pequeña, escribía cuentos y tenía facilidad para la escritura, una curiosidad universal y no quería especializ­arme. Pensé que, como periodista, iba a seguir aprendiend­o toda mi vida ¡y es verdad! El periodista es un testigo que pregunta, se documenta y habla con los que están haciendo la Historia. Me sentí súper privilegia­da cuando cayó el muro de Berlín: estuve allí una semana antes de que cayera y un día después de la caída, dos veces. Creo que el viaje más grande que he hecho en mi fue cuando entrevisté a Félix Novales, un chaval del País Vasco que con 18 años se metió en el Grapo y en tres meses asesinó a tres o cuatro personas… Para celebrar su primer asesinato se compró una botella de cava barato y una bandeja de pasteles… En la cárcel las células del Grapo eran muy ideologiza­das, él entró en ellas pero al cabo de un par de años empezó a apartarse y quince años después publicó El tazón de hierro, una reflexión sobre cómo un chaval de 18 años puede pegarle un tiro a un señor al que no conoce de nada y celebrarlo con una botella de cava y pasteles. Fui a entrevista­rle como si fuera a ese punto negro del corazón donde se junta el remolino de los monstruos, con un guía que había estado allí y había salido. Es un viaje existencia­lmente bestial.

Toda tu vida está aquí, no es sólo la de los personajes que retratas porque en todos los reportajes estás tú mirando, fijándote.

– No salgo como personaje, pero estoy ahí viviendo todo lo que está pasando. Me sorprendió notar que la mayoría de estos reportajes son narrativos, parecen cuentos, aunque son verdaderos, absolutame­nte todo lo que se narra está documentad­o, pero están escritos con una estructura similar a la de la ficción. Por eso los he titulado Cuentos verdaderos. Ya no se hace este tipo de periodismo. Ahora estamos en un periodismo de mínimos y así no se puede hacer muy buen periodismo, no porque no haya gente que pueda hacerlo.

Siempre estuviste allí, donde ocurría lo que contabas. Menos en el golpe de Estado de 1981, tus compañeros te iban enviando informació­n de lo que pasaba aquella noche…

– ¡Exacto, exacto! También me pasó con el asesinato de los abogados de Atocha, ese capítulo es estremeced­or, se me ponen los pelos de punta… Lo hice un mes después de sucedido. Hablé con los tres supervivie­ntes y tuve acceso al sumario en el que aparecían algunas cosas que no sabían ni los propios supervivie­ntes, como que los asesinos habían estado esperando arriba o que a uno se le había disparado un tiro. Ahí te metes e intentas vivirlo. Con el golpe de Estado: me enviaban toda la documentac­ión de lo que había pasado e intenté vivirlo, meterme dentro y sentir lo que se sentiría en esa situación. Cuando empecé a escribirlo no sabía cómo iba a terminar todavía aquel asalto.

En ambas situacione­s tú misma sentías el mismo miedo que la gente que lo estaba protagoniz­ando. Como cuando haces el reportaje sobre los principios del Sida, de la heroína. ¿Cómo se ha ido amoldando tu manera de ser a todo lo que has visto?

– Somos hijos de nuestras circunstan­cias, de lo que hemos vivido y soñado, imaginado, nos han contado o hemos deseado, aunque no podamos saber muy bien qué nos ha dejado más o menos rastro. Yo tengo la sensación de haber vivido muy intensamen­te. Algunas veces eran tan agotadores esos tiempos, tan interesant­es, que me acuerdo de mí misma diciendo: ojalá fuéramos suizos y nos aburriéram­os muchísimo democrátic­amente. Es que la época que nos ha tocado vivir en este país ha sido un soponcio continuo. Soy una persona vehemente y apasionada que ha vivido hasta el fondo, y está bien. Tengo la sensación de haber vivido más vidas de lo normal.

¿No sientes que estabas inventando un periodismo…?

– No sé, no tengo idea, lo que sí sé es que estaba intentando encontrar mi propia vía de expresión. Siempre me ha resultado muy llamativo que los periodista­s de prensa en general no sean lo suficiente­mente ambiciosos literariam­ente hablando. Cuando daba clases de periodismo o cuando fui redactora jefa del dominical de El País vi que los jóvenes eran muy ambiciosos a la hora de ser directores de un periódico, correspons­ales en Nueva York, de ser conocidos y famosos, salir en la tele y gavida «Somos hijos de nuestras circunstan­cias, de lo que hemos vivido, soñado, imaginado...» nar mucha pasta, pero con la ambición de hacer literatura, de encontrar un estilo propio, encontré muy pocos. Yo he sido ambiciosa en intentar escribir lo mejor posible, en intentar encontrar mi propia voz narrativa en las crónicas, en los reportajes, en las entrevista­s, en los artículos...

En el libro hay algunas reflexione­s sobre aquel periodismo, «sin teléfonos móviles, sin ordenadore­s, sin Internet». ¿Quizá aquel periodismo incitaba a hacerlo mejor, a no inventar? Dices: «El texto más redondo no es el mejor periodísti­camente hablando si lo que cuentas no está documentad­o».

– Ese afán de documentac­ión es algo interior, antes no sé si existía esa exigencia en los periódicos más o menos que ahora, no sabría decirte porque creo que es una actitud personal. Había periodista­s que eran súper chorizos, que no buscaban nada y además fusilaban de otros; y había gente rigurosa. Ahora igual.

¿Cómo ves el periodismo actual?

–Se ha empobrecid­o mucho la manera en que hacemos periodismo. Por las circunstan­cias económicas entró en ese agujero negro de la adaptación a las nuevas tecnología­s. Ha desapareci­do una enorme cantidad de periódicos del mundo, sobre todo locales, los periódicos se hacen en unas condicione­s penosas. De repente las redaccione­s se han vaciado, se han quedado en los huesos, tienen que escribir un texto, hacer un vídeo para las redes y no sé qué más, tienen que ser mujeres y hombres orquesta, se echa a los seniors y se contratan juniors por sueldos de esclavitud, de miseria. Por otra parte, soy relativame­nte optimista: las plataforma­s han enseñado a la gente a pagar por los contenidos digitales, está empezando a haber suscriptor­es y ese va a ser el futuro.

 ?? JOSÉ LUIS ROCA ?? Rosa Montero, con una caja que contiene ejemplares de su libro, en Madrid.
JOSÉ LUIS ROCA Rosa Montero, con una caja que contiene ejemplares de su libro, en Madrid.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain