El Periódico Extremadura

Un paseo por la paz

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Venancio Rodríguez Sanz Zaragoza

Y dijo Dios: «Hágase la paz» Y creó Dios el valle de la Guarguera. Y en el llano puso Dios los pueblos de Gésera y Lasaosa. Y en la cima de una colina a Ibirque. Desde entonces hasta nuestros días, las piedras de la sierra de Guara duermen a pierna suelta porque se saben queridas. De ahí que en el pasado los pobladores Gésera enterraran dentro de ellas a sus muertos. De ahí que en el exterior de la iglesia y en `Casa Tejedor', nos queden las `Tumbas antropomor­fas' de aquellos antiguos moradores. El tiempo pasa por Gésera con boina, gayata y Celtas Cortos apagado en la boca. ¡Silencio! La tranquilid­ad sale a pasear con los pies descalzos para tocar la tierra entre silencioso­s prados. De puntillas cruza las sosegadas aguas del Guarga. Entre sabios robles, sensatas encinas y eruditas sabinas, camina con discreto paso. Transita con cautela por caminos flanqueado­s por muros de piedra seca, coronados de almenas puntiaguda­s. A la orilla de la abadía de Lasaosa, descansa mientras medita. Sentada en un alto contempla los almendros en flor y las violetas, suspira y se sume en un reparador sueño. En la cumbre donde reposa el dolmen de `A caseta d´as bruxas' posa sus pies. Mira hacia la cumbre nevada de Tozal de Guara amalayándo­la. En la calma del despoblado de Ibirque, añora el ir y venir de sus aldeanos, el follón de sus fiestas, el antiguo esplendor de la iglesia de San Martín de Tours ¡ay! El canto de un ruiseñor la saca de la placida ensoñación y se pone a caminar. Pensativa y cabizbaja, la tranquilid­ad, baja bajo la sombra de los hierbajos. Al fondo del valle se divisa Gésera que duerme la siesta a la orilla del río. La baba le gotea por la comisura de la boca. Su testa recuesta en un manto de margaritas. Una cigüeña rompe la línea del horizonte...

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