Cuando el agua provoca guerras
Los ciudadanos de un país rico dan por sentado el acceso al agua. No es considerado un privilegio, sino un recurso básico, de acceso sencillo y precio asequible. Sin embargo, en otros países no se pueden dar por sentadas esas ideas y el disponer de agua significa, en sus últimas consecuencias, la diferencia entre la vida y la muerte.
El acceso de cada individuo a agua potable está considerado como un derecho humano, pero las circunstancias de nuestro presente están provocando que dicha afirmación quede en entredicho. Vivimos en un contexto en el que la población mundial no para de crecer. Nuestro planeta alcanza temperaturas inimaginables, debido al calentamiento global, consecuencia del cambio climático. En dicha tesitura, es inevitable plantearse preguntas tales como si habrá agua suficiente para toda la población y sobre cómo va a gestionarse un recurso que cada vez parece más preciado y escaso.
No es un problema de futuro, está ocurriendo en nuestros días. De ahí que resulte fundamental adoptar estrategias y compromisos, para atajar, comprender y gestionar el problema con la máxima antelación posible. No es baladí y cada vez resulta más complicado acceder a agua en determinadas partes del mundo, ya que según datos de la ONU, entre el 60% y el 90% de la población mundial se encuentra en regiones donde prima una escasez de agua dulce. Además, 3 de cada 10 personas carecen de acceso a agua potable. La escasez de un elemento tan fundamental y básico en el funcionamiento del mundo, ha provocado que ya existan conflictos bélicos en relación con la comentada crisis del agua. Según datos del World Resources Institute (WRI), los principales focos de conflictos relacionados con la escasez agua se encuentran en Oriente Medio y en el Norte de África. El agua ha pasado a ocupar un lugar similar al que ostentaba el petróleo a la hora de valorar posibles conflictos bélicos. A día de hoy, y en lugar de un elemento básico para la humanidad, se está convirtiendo en un recurso estratégico clave dentro del siglo XXI. Un elemento que muchas veces se da por sentado, resulta cada vez más difícil de obtener; y su escasez ya es una realidad en determinadas, y numerosas, zonas del planeta.