Tambores en público
Abandonar a Ucrania supondría una enorme debilidad geopolítica europea
Úrsula VonderLeyen, presidenta de la Comisión Europea: «La guerra no es imposible»; Emmanuel Macron, presidente de la Republica francesa: «la vuelta de Europa a la guerranoestá tan lejos»; Margarita Robles, ministra de defensa del Reino de España: «Me gustaría hacer una llamada de atención a la sociedad española porque a veces tengo la percepción de que no somos conscientes del enorme peligro que hay en este momento».
En aquel asediado uno de agosto de 2012, Mario Draghi, entonces al frente del Banco Central Europeo, lanzó el famoso discurso que incluía su `whateverittakes' («lo que sea necesario»). Aquellas palabras no sólo sirvieron de dique de contención para el euro, sino que – en cierto modoinauguraron una nueva época en la comunicación política. El italiano, un experto en los mercados financieros, sabía que sus declaraciones tendrían impacto incluso si finalmente sólo eran una advertencia, la sombra de una amenaza. Algo que tendría utilidad aunque sólo se ejecutase de forma parcial. Y eso fue lo que, finalmente, ocurrió.
Desde luego, viendo las declaraciones que abren estas líneas, nadie puede decir que no suenen tambores de guerra en Europa. Esta vez, sin embargo, es fácil ver que esta llamada tiene algunas peculiaridades al menos, inusuales. La proximidad de una guerra suele ser un terreno abonado para servicios de inteligencia, diplomacia en la sombra y prudencia oficial. Este, claramente, está bastante lejos de ser el caso actual.
Si nos dijeran que los mensajes públicos están `coordinados' no nos sorprendería, aunque suenen a legítima (y particular) preocupación individualizada. Los ecos resuenan a `preparación' de un ciudadano europeo que les parece ajeno al conflicto, y al que la larga extensión del conflicto, superadoslos dos años, les han anestesiado acerca de los potenciales peligros. Parece que los dirigentes consideran que la situación en Ucrania nos queda lejos y por eso lanzas sus avisos sobre la deriva y sus consecuencias hacia nuestra pacificada Europa. Se produzca el impacto o no, la necesidad es el despertar de una Europa sobre las implicaciones de la invasión rusa.
Por mucho que hagamos ejercicios ucrónicos, es difícil de creer que los estadistas europeos estén hablando de la extensión bélica hacia terreno de la Europa comunitaria. Con lo que queda es el clásico pecunia nervus belli: las finanzas son parte del corazón de las guerras.
Los países europeos más alejados del cumplimiento del compromiso de inversión en la OTAN (España, Italia, Bélgica) son además aquellos que cuentan con mayores déficits, lo que dificulta destinar parte de sus presupuesto a honrar su compromiso. Para llegar al 2% del PIB, objetivo pactado, España necesita destinar adicionalmente 11 mil de millones de euros, casi la misma cantidad que Italia. Bélgica 4,6. Sumen a la ecuación a otro sospechoso habitual como Grecia, sin ese nivel de déficit de inversión pero que definitivamente carece de margen presupuestario. Europa, en conjunto, se juega la definición de sus fronteras, el futuro de parte de sus rutas de comercio y fuentes energéticas, pero no destina lo necesario a su alianza atlántica.
Es evidente que a su principal socio, Estados Unidos, no puede gustarle esto. En los dos últimos años, dos tercios del gasto total en defensa de la OTAN han sido financiados por Estados Unidos; es decir, más del doble que la suma de los países comunitarios, Reino Unido y Noruega combinados.
Biden se desgasta frente a su opinión pública por su apoyo a la causa ucraniana. Para su `público', la falta de éxito y la bravuconería de Putin sumada al agravio de ser los que sustentan la OTAN parece demasiado. En plena precampaña electoral, Trump no duda en deslizar que si Europa no es capaz de defenderse puede ser su problema. Sabemos cómo se las gasta el `ex'.
¿Son esos dos factores los que explican la clara posición de los dirigentes europeos? Abandonar a Ucrania supondría una enorme debilidad geopolítica, que se convertiría en un cataclismo acompañado de una puesta en cuestión la alianza con el `amigo americano'.
Pero además hay un sacrificio (político) que muchos querrán eludir: sin la labor de contención que asume Estados Unidos, Europa se verá obligado a mandar tropas. La muerte de soldados sacudiría conciencias en una Europa poco acostumbrada al cuerpo a cuerpo.
La economía rusa hace tiempo opera en `modo' guerra y se prepara para todos los escenarios. Europa ni siquiera ha considerado el conflicto como una crisis financiera. Pero lo es.
Es difícil de creer que los estadistas europeos estén hablando de la extensión bélica hacia terreno de la Europa comunitaria