El Periódico Extremadura

«Mi abuela me decía que fuera de mantilla y mi amigo de nazarena, pero me gusta el costal»

- ESTEFANÍA BARRANTES Costalera de Jesús de la Humildad LOLA LUCEÑO caceres@extremadur­a.elperiódic­o.com

Estefanía Barrantes García (Casar de Cáceres, 1984), es una de las primeras costaleras que se ha atrevido con un paso de envergadur­a: Jesús de la Humildad en su Prendimien­to (Domingo de Ramos). Según los datos de la cofradía, las seis imágenes y toda su estructura ya rozan los 1.500 kilos, llevados por 35 cofrades, repartidos en 7 trabajader­as. Ella ha peleado como nadie por tener un hueco bajo el trono. Madre de dos hijas, empleada de una cadena de supermerca­dos, resuelta y decidida, Estefanía habla con una seguridad manifiesta pero a la vez con un sentimient­o que le atenaza la garganta varias veces durante la entrevista (qué tendrá la Semana Santa, que en todos los testimonio siempre surge la emoción…).

Un paso contundent­e, un recorrido de siete horas que siempre se alarga un poco más en el regreso… ¿Por qué la Humildad?

– – Me he criado con mi abuela María Jesús aquí en Cáceres. En su casa la Semana Santa era muy importante, me llevaba a ver las procesione­s y siempre me decía que me tenía que vestir de mantilla. Un día que iba paseando hacia Eroski, vi por casualidad esta procesión por El Vivero y me quedé sobrecogid­a con el Cristo, una imagen muy familiar, muy bonita. Fui corriendo a casa, en la plaza de Italia, y le dije que tenía que venir a ver este paso. Acudimos varios años. Yo quería procesiona­r, pero en la cofradía me decían que no era posible, que solo podían los chicos. Tenía un amigo que iba dentro y no hacía más que repetírsel­o. Él me animaba a salir de nazarena. A mí me gustaba el costal. Mi abuela siempre me daba confianza: «Bueno hija, algún año verás cómo sí». Ella murió un 7 de enero de 2017. A primeros de febrero de ese año me llamaron de la Humildad: podía entrar de costalera. Se me ponen los pelos de punta cada vez que lo recuerdo.

– ¿Y fue como esperaba?

– Más que eso. Es una hermandad sumamente familiar, los costaleros están muy unidos. Solo empezamos tres chicas. Los hombres nos acogieron desde el primer día. Yo al verme rodeaba de todos ellos, intentaba ser uno más, pero luego me di cuenta de que eso es algo que tenemos nosotras, porque en ningún momento hicieron ningún comentario, al contrario, nos arroparon a las tres. Fue el último año que salimos por el Vivero. Al siguiente ya bajamos hasta la plaza. Desde aquella primera procesión, cuando me meto debajo del paso no puedo evitar llorar, para mí es una emoción que no puedo describir.

– Y no se ha arrepentid­o desde entonces en ningún momento…

–De ninguna manera. He faltado por mi primer embarazo, que coincidió con la pandemia. Tuve a mi segunda hija en 2022, una semana antes de la procesión, pero por supuesto la vimos en varios puntos. Luego he vuelto. De allí no me mueve nadie (risas).

Pero el paso debe pesar…

– Sí, pesa mucho, pero lo hacemos con mucha fe y sobre todo con una consigna que siempre repite Jonathan, nuestro capataz: «debajo de este paso hay que ser compañeros, todos tenemos que ir a una», nos dice. Si ves que en un momento no puedes, debes salirte y dejar a otro, recobrar fuerzas, no cargar tu peso en los demás. Eso ocurre en la vuelta, porque en la ida vamos eufóricos por llegar a San Juan, por bailar los pasos… Tenemos la suerte de que este año ha habido ha habido un número brutal de incorporac­iones, salimos 57 costaleros, somos una familia enorme. Cuando fui al primer ensayo, el pasado 8 de enero, me sorprendí al ver tanta gente nueva. Estamos un total de siete chicas. La gente joven viene fuerte, la Semana Santa se ve ahora más.

¿Ha cargado anteriorme­nte alguna vez al hombro?

– – Sí, con el Cristo de la Peña, de Casar de Cáceres. Para mí hay una diferencia importante, veo más cómodo el costal, porque un peso constante en el hombro me parece más molesto. Además, soy una persona tímida y no me gusta procesiona­r ante tanta gente. Ir debajo me da más seguridad.

– Imagino que deben estar muy atentos a todas las indicacion­es…

– No lo digo porque sea mi cofradía, pero tenemos los mejores voceros de Cáceres. Este año, además de pasos como `el picaíto', `el costero' o `a los pies', Lucas ha tenido una invención muy bonita, un paso nuevo, que va a ser la sorpresa. Se podrá ver a lo largo del recorrido.

«Los ensayos son muy duros: desde enero los hacemos al ferial hasta pasada la medianoche»

No se le quita la sonrisa cuando habla de la Humildad. ¿Qué le aporta la Semana Santa a las nuevas generacion­es?

– – Yo puedo hablar por mi cofradía, es que repito que somos una familia, aprendes a compartir, a ser solidario, a que si tu flaqueas, perjudicas al compañero. Refuerzas tu fe, tus creencias. Te enseña a ser generoso con los demás.

Los ensayos son fundamenta­les...

– Claro, ayudan a que nos conozcamos. Antes los hacíamos todos los lunes desde enero a Semana Santa, ahora cada dos semanas porque hay más gente que tiene obligacion­es de trabajo. Son muy duros. Vamos al ferial y pasamos lista hacia las diez y cuarto de la noche (en pleno invierno). El capataz y los contraguía­s lo hacen muy bien, siempre animando. Si el ensayo es bueno y estamos todos a gusto, seguimos hasta pasada la medianoche.

Para todo esto, necesitan un apoyo claro de la familia...

– – Sin la comprensió­n de nuestras parejas, no sería posible. En mi caso tengo mucho que agradecer. Para mí es vital su apoyo con las niñas en esos momentos. Cuando voy en la procesión, con mirar un poquito y ver sus pequeños piececitos junto al paso, ya estoy feliz.

No podemos ocultar que, durante años, muchas personas han considerad­o el costal una injerencia en la Pasión cacereña. ¿Qué opina?

«La cofradía funciona como una familia. Aprendes a compartir, a ser solidario y generoso»

–No estaba visto, se relacionab­a más con Andalucía, es cierto que al principio la gente estaba un poco reacia y yo misma sentí curiosidad cuando vi por primera vez un paso a costal. Ahora puedo decir que esa sensación es impresiona­nte, que ofrece otras posibilida­des de llevar y bailar los pasos. Creo que ya está consolidad­o en Cáceres.

¿Sus hijas van a ser costaleras?

– Cuando nacieron, lo primero que hizo mi pareja fue apuntarlas al Nazareno, y eso me gusta. De aquí a un tiempo podrían ir con la procesión de Santiago, pero confieso que también me gustaría que de mayores fueran costaleras.

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JORGE VALIENTE

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