Sentir vergüenza está en desuso
Sentir vergüenza es instintivo. Ha sido el parámetro para juzgar el propio comportamiento y el de los demás. Hoy está en desuso, sobre todo por la mayoría de la clase política, no solo española. Aunque el caso de António Costa en Portugal es una loable excepción.
Impera la desfachatez y el descaro. Pedro Sánchez debería sentir vergüenza por haberse desdicho varias veces respecto a los protagonistas del `procés' y la forma de reducir la tensión y el enfrentamiento radical de los independentistas. Han sufrido castigo, no es posible erradicar un sentimiento, hay que neutralizarlo y dejarlo en «fuera de juego». Los jueces lo volverán a condenar si persisten los comportamientos violentos fuera de la ley que, modificada, sigue condenando.
Mientras tanto, el PP, que no se desmarca de la influencia nefasta de Aznar, no es capaz de admitir los errores del 11M y la corrupción organizada por este con la contabilidad B, así como de las mentiras de la guerra de Irak, sino que se justifica manteniendo la mentira. No fueron errores, fue algo más grave, fue un complot orquestado con medios de comunicación, incluso tratando de manipular al mismísimo Consejo de Seguridad de la ONU. do en la Cruz para redimirnos, y es necesario también que haya víctimas en el orden humano que sufran unidos a El para la salvación de las almas; para resucitar primero hay que morir. La Virgen permanece fiel al pie de la Cruz mientras su Divino Hijo muere como el peor malhechor, no necesita parlanchines, necesita almas víctimas que junto a Ella se ofrezcan para compartir sus dolores. No hay mayor benefactor para la humanidad, que un alma víctima y eso lo podemos hacer todos. Si lo hiciésemos, los primeros beneficiados seríamos nosotros mismos, pues sentiríamos el gozo, la paz y la alegría que solo Dios nos puede dar. Que la Semana Santa nos haga santos. Que así sea.