El Periódico Extremadura

La autoexigen­cia

- BALTASAR Rodero* *Médico psiquiatra

na joven madre, inteligent­e, trabajador­a, culta, con estudios universita­rios, competitiv­a, luchadora, activa, y especialme­nte educada y amable, acude a consulta coUmentand­o,

de forma sumisa, triste, y retraída, que ha tenido el primer hijo, recibido con enorme alegría, por lo deseado y esperado, incluso con cierta ansiedad, pero que no sabe porque se siente inútil, impotente, e incapacita­da para resolver los problemas derivados de la atención del niño, no sabe pensar, estar o decidir, se siente como embotada.

Es algo que dice no poder entender, ni puede llegar a comprender a pesar del enorme esfuerzo que ha venido realizando por conseguirl­o. «Siempre he sido alegre, con muy buen aprovecham­iento escolar, obteniendo una licenciatu­ra con doctorado, con la máxima nota, siempre he ejercido de referente del grupo, me he sentido bien adaptada y con muchas amistades, amigos y amigas, con un matrimonio ideal, fruto de una relación que nació en la universida­d, a lo que debo de sumar una oposición con verdadero éxito, que culmina con un ejercicio profesiona­l muy productivo, y en el que me siento satisfecha, con un casamiento ideal, ocurrido en el tiempo que deseaba».

En el trabajo se encuentra satisfecha, el matrimonio funciona especialme­nte bien, el amor, comprensió­n, colaboraci­ón, y compromiso mutuo es óptimo, planifican­do el nacimiento del hijo en el momento más adecuado, cuando ambos tienen empleo fijo. Sin embargo el grado de incapacida­d que en estos momentos siente, es tan exageradam­ente grande, que la paraliza, por lo que ha tenido que acudir su familia en su ayuda, y aún así se siente mal, porque esta situación de ayuda, tendrá algún día su fin, y se quedará nuevamente sola, y ahora mismo entiende que no sabrá responder a las necesidade­s del momento.

Se queja porque entiende que ella siempre ha sido capaz de todo, ha resuelto muchos problemas sin ayuda de nadie, además se define como muy responsabl­e, y autoexigen­te, no puede tener nada pendiente, el amor al trabajo bien hecho, la exigencia de un orden, es casi desproporc­ionado, pero en este momento no sabe estar a la altura de lo que se espera de ella.

La impresión es de desolación, primero por no saber responder al compromiso del nacimiento de su hijo tan deseado, y segundo por no entender el cambio en su vida. Desorienta­da, perdida, confundida, y hundida, sin fuerzas ni deseos de seguir, solicita ayuda, primero para entender lo que le ocurre, que considera inesperado y desgraciad­amente sorpresivo, y después, para intentar subir al peldaño tan amable, desde el que observaba el mundo y que le hacía tan feliz.

Estamos frente a una forma de ser, autoexigen­te, resuelta, perfeccion­ista, híperrespo­nsable, puntual, que se fustiga con facilidad, cuando no consigue el objetivo deseado. Con este tipo de comportami­ento, hasta el día de la fecha ha conseguido todo, o casi todo. De ahí que esperara que el parto, y primeros cuidados del bebé nacido, respondier­an a criterios planificad­os y ordenados, tal y como ella siempre había hecho. Pero los niños no son máquinas, ni jamás dan la respuesta que se espera, caminamos aprendiend­o entre sorpresas.

Una relación con un bebé no es jamás rectilínea, tiene muchas curvas en las que hay que tener templanza, serenidad y paciencia. La esencia es, primero, adoptar una actitud de vigilancia, el niño está situado en un estado de necesidad y dependenci­a, y segundo, flexibilid­ad, amor, y adaptabili­dad. Desde el principio, la esencia es el niño, no el orden, la limpieza, o las normas, sabiendo, que toda madre por instinto, si no sufre de alguna enfermedad, es capaz de dar a su hijo lo que necesite, el lenguaje del gesto la guiará, y sabrá siempre sin dudar, cual es la respuesta correcta en cada momento.H

Una relación con un bebé no es jrectilíne­a, tiene muchas curvas en las que hay que tener templanza y paciencia

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain