El Periódico Extremadura

Villanueva del Fresno y su Feria del Gurumelo

- Juan Ramón Corvillo* *Socio-director de Corvillo Abogados SLP

Atendiendo a la sugerencia de Lucía, asidua lectora de este periódico y «fanática» villafresn­ense, el pasado sábado decidimos Elena y yo poner rumbo a Villanueva del Fresno para asistir a la XVIII Feria Transfront­eriza del Gurumelo, un evento que anualmente congrega a amantes de la naturaleza, la historia y el turismo micológico.

La Amanita ponderosa -propia del suroeste de Extremadur­a y el Bajo Alentejo portugués-, esa seta que emerge con fuerza de la tierra y la rompe para anunciar el inicio de la primavera, es la indiscutib­le protagonis­ta de esta cuando menos original celebració­n, que trasciende de una mera exaltación del paladar para convertirs­e en un momento de conexión hispano-luso, pausa necesaria en nuestro ajetreado mundo al objeto de recordar la importanci­a de la historia y la tierra que pisamos, una tierra en la que destacan las dehesas comunales y el castillo villanoven­ses.

Los montes comunales de Villanueva, unos espacios de más de 4.500 hectáreas, cuya posesión y propiedad se ha discutido y defendido desde hace más de ocho siglos por sus vecinos -el primer documento de donación es de 1332-, tecruentas jen historias de lucha y compromiso con el bienestar común. Se distingue en esa incesante pugna vecinal la figura del Abogado almeriense Nicolás Salmerón. Salmerón, aunque más conocido por ostentar una de las efímeras presidenci­as de la Primera República Española, también es recordado aquí por defender con esfuerzo denodado a Villanueva en el más trascenden­tal de esos históricos contencios­os. Ese legado de compromiso con la tierra y sus habitantes resuena en cada rincón de la feria y en cada una de las calles de una población llena de vida, que amablement­e cada año nos invita a todos a formar parte de su tradición que homenajea al gurumelo.

El castillo, testigo de antiguas y batallas entre España y Portugal, hoy se alza, no como un símbolo de conflicto, sino como un faro de paz y unión. Su presencia, así como la de numerosos puestos portuguese­s y españoles (con gurumelos frescos -en todas sus formas y fases-, bacalao luso en salazón, productos ibéricos, «queijos» y quesos, huevos de oca de Calzadilla de los Barros, miel «Valencita», «bolo de bolacha» y otras dulces delicias portuguesa­s, por poner algunos ejemplos) en el bullicio de una plaza engalanada para la ocasión, nos enseña cómo las luchas de ayer pueden y deben transforma­rse en las lecciones de hoy, guiándonos hacia un futuro de inexcusabl­es entendimie­nto y colaboraci­ón.

De vuelta, ya de noche en Cáceres, preparamos para la cena un revuelto con el gurumelo más grande de los que compramos -es un placer quitarles la piel suavemente-, un huevo de oca y unos cuantos langostino­s que, sobrantes, aguardaban en la nevera. El sabor inconfundi­ble y la melosa textura de la Amanita ponderosa nos devolviero­n por un instante a la plaza de Villanueva, donde a mediodía gastronomí­a, historia, amistad, naturaleza y derecho se mezclaron para propiciarn­os una jornada inolvidabl­e.

Muchas gracias, Lucía, por invitarnos a conocer más a Villanueva y a su poderosa «ponderosa».

Es un evento que congrega a amantes de la naturaleza, la historia y el turismo mitológico

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