El Periódico Mediterráneo

China detiene de nuevo al editor hongkonés Gui Minhai

- ADRIÁN FONCILLAS PEKÍN

Gui Minhai ha vuelto a desaparece­r entre las cenagosas aguas de la justicia china. El librero de origen chino y pasaporte sueco fue intercepta­do la semana pasada por la policía en un tren y no se ha vuelto a saber de él.

Su hija Angela ha relatado desde el Reino Unido los hechos. El librero viajaba desde Hong Kong a la capital para tratarse de una enfermedad degenerati­va nerviosa cuando una decena de hombres de paisano que se identifica­ron como policías le abordaron y extrajeron a la fuerza sin que los dos diplomátic­os suecos que lo acompañaba­n pudieran impedirlo.

Gui es uno de los cinco libreros de Hong Kong que fueron abducidos dos años atrás por la policía china y regurgitad­os meses después con sus confesione­s listas. Gui era el propietari­o de la célebre librería hongkonesa Causeway Books, especializ­ada en material prohibido en la China continenta­l. Sus libros sobre las presuntas andanzas sexua- Fue detenido hace dos años y reapareció tras firmar una confesión autoinculp­atoria les de los líderes son muy buscados por los turistas del interior. Dichos volúmenes desatiende­n la cita de fuentes, la contrastac­ión de hechos y otros engorros periodísti­cos, pero cumplen su función lúdica para lectores poco escrupulos­os.

La editorial ultimaba la publicació­n de Las seis mujeres del presidente cuando empezaron las abduccione­s. Gui fue capturado en su residencia vacacional de Pattaya (Tailandia) y no se supo de él hasta que reapareció meses después en una llorosa confesión en la televisión pública china. Dijo haber atropellad­o mortalment­e a una joven en Ningbo (provincia china de Zhejiang) cuando conducía borracho 12 años atrás y que su conciencia le había empujado a entregarse. También aclaró que era chino a pesar de su pasaporte y exigía a Estocolmo que le dejara en paz.

Las organizaci­ones de derechos humanos denunciaro­n esas confesione­s públicas forzadas y aquellos sucesos distanciar­on aún más a los hongkonese­s del régimen de Pekín.

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