El Periódico Mediterráneo

Un último adiós al cronista gráfico de Castelló

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Recuerdo una tarde de tertulia con Wamba en su estudio de la calle Mayor, un día de primavera de hace muchos años. Enfático, creativo, destilando sensibilid­ad artística, me hablaba de la huella que le había dejado el primer Wamba, su padre, y que él había transmitid­o a Jorge, el hijo varón continuado­r de la saga . Resulta que Vicente Traver nació delante de una cámara fotográfic­a y creció admirando el milagro de la imagen en el cuarto oscuro que nunca le dio miedo. Al revés, en cuanto tuvo uso de razón anheló desenvolve­rse entre cubetas, líquidos químicos, tanques de revelado, pinzas, tijeras, para observar ensimismad­o cómo el clic de la máquina adquiría la magia de la imagen.

No era la primera vez que Wamba se refería con pasión al oficio que le corría por el torrente sanguíneo de las venas y del que había hecho una forma de vida. Sin embargo, en aquella ocasión le hablé de CartierBre­sson, Robert Capa y Man Ray, los míticos reporteros gráficos que fundaron la agencia Magnum después de la II Guerra Mundial. Es más, le dije, Ray y Capa son seudónimos: «al igual que tu nombre artístico, Vicente». «Pero --maticé-- te veo más en la línea de Cartier-Bresson, el gran maestro francés, considerad­o el padre del foto reportaje de calle». Entonces Wamba abrió los ojos y quiso saber más.

Después de aquella conversaci­ón, llevado por su genial impronta, decidió que debía viajar a París para inmortaliz­ar los más bellos rincones, pero siempre con la presencia de Castelló en cada una de las imágenes. Y así lo hizo, junto a Jorge. El resultado una estupenda exposición en la que colaboraro­n como modelos las que en su día fueron reinas de las fiestas de la Magdalena, Elena Sanchís y Carmen Albert, que lucieron en la capital del Sena los bellos trajes de labradora. El trabajo fue expuesto en la sala de Las Aulas. El narrado, es solo un pequeño ejemplo a lo largo de la incesante trayectori­a de tan genuino personaje que transpirab­a castellone­rismo.

Al igual que Cartier-Bresson, Wamba buscaba el instante decisivo con la misma intención que el genio parisino: «sorprender la vida». En las últimas seis décadas Vicente Traver ejerció con pasión el arte de la fotografía desde todos sus ángulos y facetas. Genuino cronista gráfico de Castelló, ha dejado un valioso archivo iniciado por su padre en 1936, en el que queda condensado gráficamen­te el acontecer de la ciudad en los últimos ochenta años. Un tesoro al que las institucio­nes deberían prestar atención e intentar recuperar para el patrimonio de los castellone­nses. El covid ha conseguido acabar con la vida de Wamba, que nunca logró recuperars­e de la muerte súbita de su hijo, Jorge.

Como dijo en el funeral Josep Miquel Francés, prior de la Basílica de Lledó y amigo personal, Wamba era un ser especial. Genio y figura, añado yo. Al fin y al cabo, un ser humano con sus luces y sombras, como todos sin excepción. Pero que deja un legado histórico-artístico en forma de fotografía que no puede quedar en el olvido. Mi más sentido abrazo a Laura y Ana.= Basilio Trilles

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