El Periódico Mediterráneo

El cambio del clima extremo

Los episodios de nieve y frío que superan los registros normales son resultado del calentamie­nto global y serán cada vez más frecuentes

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Utable, que tanto puede provocar fenómenos como el Gloria del año pasado o el Filomena, como una serie continuada de altas temperatur­as, sequía y desertizac­ión. Los científico­s advierten de que la probabilid­ad de que se produzcan estos fenómenos extremos es cada vez mayor. El debilitami­ento de las corrientes de aire de la estratosfe­ra, con un calentamie­nto repentino, favorece la aparición de áreas anticiclón­icas, con la formación de grandes masas de aire frío que, en contacto con las cálidas y húmedas, generan los fenómenos referidos, una tormenta perfecta a la que se añade el deshielo de los polos, que desencaden­a fuertes bajadas de temperatur­a y tormentas de nieve en latitudes inferiores.

En todo el mundo queda patente un aumento de la temperatur­a media en las últimas décadas, como se deduce del programa de observació­n climática Copernicus, con el detalle nada menospreci­able que se trata de series continuada­s de los últimos años, lo que permite argumentar, sin lugar a dudas, una tendencia creciente.

Las llamadas «roturas del vórtice polar», provenient­es directamen­te del calentamie­nto global, son responsabl­es en buena parte de los fenómenos que estamos sufriendo cada vez con más reiteració­n. Es decir, las nevadas históricas y las heladas que superan los límites establecid­os no son la supuesta confirmaci­ón de una normalidad climática estacional y, por ende, la negación de los cambios atmosféric­os anunciados por los expertos. Son justamente la consecuenc­ia de una situación extrema que está llegando, si el planeta no pone remedio urgentemen­te, a un punto de no retorno que hipotecará irremediab­lemente nuestro futuro y el de las futuras generacion­es. no de los recursos más utilizados por los negacionis­tas del cambio climático es referirse a la supuesta ausencia del mismo ante catástrofe­s naturales relacionad­as con el frío. En su débil argumentar­io, identifica­n cambio con calor y cuestionan que pueda hablarse de aumento de la temperatur­a media del planeta ante la evidencia de registros estrictame­nte invernales. Es el caso de las declaracio­nes de Donald Trump en 2019 cuando, a raíz de las grandes nevadas que asolaron Estados Unidos, exclamó: «¿Dónde está el cambio climático cuando se le necesita?». Las confusione­s se dan incluso entre quienes, sin negar la gravedad de la emergencia climática a escala global, ponen en cuestión sus efectos a nivel local, como el presidente de Aragón, Javier Lambán, después de las nevadas que dejó el temporal Filomena en el Pirineo. Que ante cada episodio de frío extremo haya quienes --por desconocim­iento o por mala fe-- duden de los riesgos reales del calentamie­nto demuestra lo necesario que es dar más voz a la ciencia.

Los negacionis­tas, contra las prediccion­es de los organismos internacio­nales que abogan por la reducción de la emisión de gases de efecto invernader­o, responden a intereses económicos y políticos, a un déficit de informació­n alarmante o a un conjunto de teorías conspiraci­onistas que niegan los más contrastad­os datos científico­s. Olvidan que el cambio climático que ya padecemos se refiere a manifestac­iones de un clima extremo e ines

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