La condición humana
Firma invitada
Querido/a lector/a, estos días nos hemos enterado de que algunos cargos públicos (de diferentes partidos) se han aprovechado de su condición, de su cercanía al poder municipal y autonómico, para saltarse la cola o el protocolo establecido (el que dice que primero son los colectivos de riesgo y expuestos a la enfermedad) y vacunarse sin derecho. Posiblemente por exceso de miedo o por soberbia, pero en todo caso inadecuadamente y por
Mla cara. En consecuencia, me parece acertado que sus partidos les hayan señalado la puerta y a la calle.
Aunque, sin estar de acuerdo ni justificar esa pequeña traición a la ciudadanía, he de reconocer y decir que estas historias cutres y desagradables que aparecen en relación con el covid19 no son típicas ni exclusivas del carácter español y, por lo que se sabe, por los datos que tenemos, también están pasando en otras culturas y países. Circunstancia que me obliga a recordar a un amigo que, ante estos hechos y esté donde esté, debe de estar pensando y diciendo: «no importa que sean de derechas o de izquierdas, ni de aquí ni de allá, hay comportamientos que se repiten porque, de momento, aún están en el mundo y en la condición humana,
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Sánchez sólo aparece en escenarios preparados por su alter ego
Redondo, continúan las cuitas internas en el Gobierno, con Iglesias diciendo sandeces de tamaño natural, como la de comparar al delincuente fugado Puigdemont con los republicanos exiliados tras la victoria militar de Franco. Y la ciudadanía a punto de estallar por hartura. El pueblo español, a lo largo de los siglos, viene dando fiel muestra de aguante y estoicismo ante una clase política que, históricamente, pocas veces ha estado a la altura de las circunstancias. Los corresponsales internacionales que poblaban el hotel Florida en el Madrid sitiado y bombardeado, no dejaban de asombrarse cada día de la capacidad de sacrificio de los vecinos. Martha Gellhorn plasma en una de sus crónicas para la revista norteamericana Collier’s el carácter español, con una escena en la condición de todos, más allá de carnets de partidos, de ideologías e intenciones». En definitiva, una forma de entender la condición humana que no es tan fina ni filosófica como la de André Malraux, la que habla de la soledad frente al destino, la dignidad ante la adversidad, la solidaridad con los desfavorecidos y él ansia por la trascendencia. Pero es, sin duda, auténtica y real. Hija o producto indiscutible del mundo en el que vivimos y que, en medio de desigualdades, necesidades, inseguridades y egoísmos, va forjando y determinando una concepción de la naturaleza humana que, muchas veces, demasiadas, está más cerca de la pillería y el egoísmo que de algo moral y fraterno.
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*Analista político
de mujeres esperando las raciones de comida en plena guerra civil: «Cae un obús al otro lado de la plaza. Vuelven la cabeza para mirar y se arriman un poco más edificio, pero no abandonan la cola». Ahí estamos. Los genes patrios que todo lo aguantan y de los que se han beneficiado las generaciones de gerifaltes y políticos, a lo largo de la noche de los tiempos. Un proceso que acaba creando mala leche y desconfianza a raudales.
Tras la última reunión de los representantes territoriales con el ministro/candidato Illa, el presidente Revilla, que a veces también está lúcido, mostró honda preocupación por la ausencia de una estrategia común para el conjunto del territorio nacional. Inquietud que comparten la totalidad de sus otros dieciséis iguales. Autonomías pidiendo a gritos medidas que el Gobierno no atiende. ¿Dónde está Sánchez?
= *Escritor y periodista