Lo que le dice Sócrates a Eutifrón
A fondo Los titulares de prensa muestran que no hemos encontrado el conocimiento verdadero
Yqué le dice, se preguntaran: «Lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo. ¿No son esas las cosas que cuando disputamos y no hallamos un criterio lo suficientemente decisivo nos convierten en enemigos a ti y a mi y a todos los demás seres humanos?» (Platón: Eutifrón, 7, b-d)
En esas andaban Sócrates y Eutifrón y en esas continuamos andando nosotros. Cuando disputamos no encontramos un criterio lo suficientemente decisivo y, por eso, en el mundo de la política (lo justo y lo injusto ), de la estética (lo bello y lo feo), de la ética (lo bueno y lo malo), es decir, en el mundo de la filosofía y las humanidades, siempre nos dan cierta envidia las ciencias, ¡las ciencias! Esas que, ya decía el bueno de Kant, habían encontrado el seguro camino de la episteme, del conocimiento verdadero (las matemáticas y la lógica como ciencias formales, y la física y la química como experimentales).
Los titulares de cualquier diario son una clara muestra de que, en lo que concierne a lo justo y lo injusto, o lo bueno y lo malo, no hemos encontrado aún el seguro camino de la episteme. Y para mayor abundamiento, se puede ver el resultado pirandelliano, absurdo, demencial e incompresible de la votación de los fondos europeos en el Congreso. Pero miren, optimistas antropológicos como somos y defensores del progreso moral de la humanidad para más inri, decimos que no habrá episteme en las ciencias humanas, pero que desde Sócrates y con Sócrates algunas cosas hemos aprendido. Con Platón, Aristóteles y los sofistas, con Cristo y con Averroes, con Santo Tomás y Maimónides, con Erasmo y con Lutero, con los ilustrados y la Razón Práctica kantiana, con Hegel, y su izquierda y su derecha, con los liberales y los socialistas, con esa larga epopeya de humanización que lleva hacia adelante la especie humana, algo hemos aprendido.
Un gran pensador español, que yo les recomiendo, José Antonio Marina, en una de sus obras, La lucha por la dignidad, se atreve a sintetizar en cuatro tesis esa historia de la lucha por la dignidad como una fundamentación práctica de la ética. Eso es tanto como responder a Sócrates que no tenemos un criterio decisivo sobre lo justo o injusto o lo bueno y lo malo, pero algo nos podemos aproximar, algo hemos aprendido. En síntesis, estas son esas cuatro tesis:
Tesis primera: la Humanidad movida por deseos imperiosos y contradictorios, se ha dirigido siempre a una meta que se designa con términos amplios, vagos e inevitables como «felicidad» o «justicia». Segunda tesis: cuando los seres humanos se libran de la miseria, de la ignorancia, del miedo, del dogmatismo y del odio --elementos interrelacionados-evolucionan de manera muy parecida hacia la racionalidad, la libertad individual, la democracia, las seguridades jurídicas y las políticas de solidaridad. Tercera tesis: la humanidad por distintos y convergentes caminos ha descubierto que el modo más seguro y eficaz de conseguir la felicidad y la justicia es afirmar el valor intrínseco de cada ser humano. A ese valor intrínseco lo llamamos dignidad. A lo largo de la historia y aún hoy se han tanteado y se tantean otros caminos: la preeminencia del clan, de la familia, de la tribu, de la raza, de la nación, de Dios, de la clase social. Esos tanteos, no solo no han dado resultado sino que han devenido en sociedades cerradas, excluyentes y totalitarias. Cuarta tesis. Ese valor supremo ha encontrado su mejor definición operativa en el concepto de derechos prelegales (subjetivos, innatos, derechos morales o como se quiera denominarlos) que a su vez se han concretado en los llamados derechos humanos.
Y como eso ya lo hemos aprendido «no nos convierte en enemigos a ti y a mí y a a todos los seres humanos», como máximo nos convierte en adversarios y no tenemos por qué insultarnos, ni faltarnos al respeto, ni denigrarnos, por mucho que algunos políticos o usuarios de redes sociales se empeñen. ¿No les parece?
*Presidente de la Diputación
Somos adversarios, no enemigos, y no tenemos que insultarnos aunque se empeñen políticos o usuarios de redes sociales