El milagro del AIRN
La revolución de las vacunas ya está aquí y no solo para frenar la covid Este mensajero dará un vuelco a la lucha contra otros patógenos, igual que la penicilina en la II Guerra Mundial
Una revolución, un auténtico «salto al futuro». La vacuna de la covid no solamente es histórica por su velocidad, de absoluto récord en menos de un año desde el conocimiento del virus, sino también por su método. La culpa la tiene una cadena de ácidos ribonucleicos cuya función básicamente es la de ejercer de gran manual de copia. El ARN mensajero es la tinta que escribe la eficacia de las vacunas de Pfizer y Moderna contra el coronavirus, las primeras que fueron aprobadas y de las que se han inyectado cientos de miles en la Comunitat Valenciana con unos resultados que, más que esperanzadores, suponen ya una realidad, esa luz al final de la pandemia.
La doctora en Medicina e investigadora adscrita al Área de Vacunas del instituto Fisabio María Garcés-Sánchez explica que, hasta ahora, la mayoría de las vacunas se hacía a partir de virus inactivos, o partes de ellos, que se inyectaban en el organismo para que este reaccionase y generase anticuerpos para el futuro. Sin embargo, el ARN mensajero ha hecho virar la estrategia. «Con el ARN mensajero tenemos el manual de copia de la célula, es como darle al cuerpo la receta para elaborar el plato», explica Garcés-Sánchez.
Conocer el genoma del Sars-Cov-2, secuenciado en enero de 2020, y la experiencia con otros coronavirus ha sido fundamental para saber que la clave para el contagio estaba en la espícula S, los picos que representan la covid y asemejan una corona. «Esa espícula es la responsable de que pueda unirse y penetrar en las células, pero también es el detonante antigénico, la proteína que provoca que se desarrollen anticuerpos neutralizantes en nuestro cuerpo», explica la también miembro del Comité Asesor de Vacunas.
En las vacunas de Pfizer y Moderna lo que se inyecta es una secuencia del ARN mensajero del virus, ese libro de instrucciones para hacer copias del genoma, donde está la información de esa espícula, la proteína S, que da la forma de corona y que resulta clave para el contagio. No supone inocular una parte de esta proteína, sino que el ARN mensajero contiene cómo fabricar esas espículas. Cuando la molécula inyectada contacta con las células del cuerpo, estas la interpretan y montan el puzle según las órdenes del ARN. Así, se crean dentro del cuerpo humano estas espículas de la corona (que son inocuas), salen a la sangre y ahí los anticuerpos la identifican, se adhieren a ella y evitan que entren en las células. No solo eso, sino que actúan de aviso para que los macrófagos, otro tipo de anticuerpos, las ataquen y las eliminen.
Eso sí, Garcés-Sánchez puntualiza que no se trata «de un trozo del ARN sin más, sino que se ha modificado para facilitar que la célula sea capaz de leerla, traducirla y sintetizar la proteína viral». Está, además, rodeado de un lípido (grasa) que se fusionará con la célula. Como solo se inyecta una parte del ARN mensajero que porta la información de la espícula no hay riesgo a una infección ni reacción adversa. «Solo da la información, esa receta de copias de esa corona del virus, el único problema
es que no se hagan anticuerpos», indica Garcés-Sánchez. A su vez, añade que la molécula que se inocula acaba desapareciendo en un periodo entre las 48 y las 72 horas porque se trata de una molécula muy frágil. «Por eso necesitamos guardarlas a temperaturas tan bajas», indica.
El doctor en Bioquímica de la Universitat de València e investigador genómico del Incliva Rubén Artero comparte que estas vacunas son mucho más seguras, sencillas, rápidas y baratas de producir». «Es mucho más sencillo tener el ARN mensajero del virus después de su secuenciación que tener que inactivar los virus que además pueden ser más peligrosos por la reacción», señala el especialista en genética. Para Artero, «supone revolucionar el mundo de las vacunas», también los tiempos, mientras que recuerda que la plusmarca de velocidad estaba en los cuatro años. «Cuando todavía se hacían mascletades, Moderna ya estaba a punto de hacer el primer ensayo clínico en humanos de la vacuna de ARN», expresa el investigador. Este se dio el 16 de marzo. Un mes antes, el 4 de febrero, ya se había probado en ratones, tan solo 28 días después de que se hubiera secuenciado el genoma del virus y 35 de que se oficializara el primer caso covid.
No obstante, el ARN mensajero no es un nuevo viajero en la inmunología. La catedrática en Microbiología de la Universitat de València, Marisa Gil, señala que es una tecnología que se lleva intentando utilizar desde hace varios años, primero en enfermedades tumorales y después en otros virus como el ébola. «Dentro de todas las desgracias que trae esta pandemia, una buena noticia ha sido el desarrollo de esta vacuna con ARN mensajero porque una cosa es la investigación básica y otra cosa su aplicación», explica. Así, lo compara a lo que ocurrió en la II Guerra Mundial con la penicilina. «La penicilina se descubre antes, pero su uso masivo en antibióticos fue con la II Guerra Mundial porque había miles de heridos con infecciones, pero como requiere inversión, se consigue al haber necesidad».
Ese ARN mensajero permitirá, además, adaptar de una manera ágil las vacunas en caso de que las variantes del virus consiguieran escapar de su eficacia. «Es mucho más sencillo añadir ARN mensajero y nuevas instrucciones que buscar la proteína que escapa del control inmunológico», precisa Marisa Gil. No solo eso, para GarcésSánchez «se abre un mundo para tratar otras enfermedades, el porcentaje de eficacia vacunal es espectacular, mejor del que esperábamos, y solo se necesita saber qué es lo que provoca la reacción antigénica, la que produce los anticuerpos». «Hemos dado un gran salto hacia adelante gracias a su aplicación, porque la investigación es necesaria, pero no es suficiente, necesitamos poder aplicarlo», sentencia Artero. Este mensajero trae buenas noticias.