Por un Govern cohesionado
Como era previsible, el resultado de las elecciones catalanas obliga a los partidos a buscar pactos de gobierno a partir de tres hechos irrefutables que surgen de las urnas: el PSC ganó las elecciones en votos y empató en escaños con ERC, el bloque independentista (los republicanos, Junts y la CUP) vuelve a tener mayoría absoluta y el partido de Pere Aragonès cuenta con la llave para formar mayorías de diferente signo, sean de gobierno o no.
Tanto Aragonès como Salvador Illa han anunciado que se presentarán a la investidura, aunque las posibilidades de los socialistas de lograr una mayoría parlamentaria dependen de una ERC que sigue dejando claro que no quiere pactar con ellos. Los republicanos, el partido con las posibilidades más realistas de formar Gobierno, se inclinan por un Govern con Junts, Comuns y la CUP, aunque los vetos cruzados de las diferentes formaciones auguran una difícil y larga negociación. La voluntad de los republicanos de contar con los comuns es una novedad en el monolítico escenario político catalán.
Hoy es necesario que las formaciones políticas entiendan que a Cataluña no le conviene reeditar un Govern tan inestable como el que presidió primero Quim Torra y después el propio Aragonès a medio gas en otro de los malabarismos legales tan característicos del procés. Más allá del color de los partidos, los mimbres que formen el tapiz del Consell Executiu deben ser más fuertes que los que hemos visto en el pasado. La experiencia muestra que para tener un Govern cohesionado no basta con que los partidos compartan bloque y tengan mayoría. Las heridas y cicatrices que la pasada legislatura dejó en los socios no pueden ser la herencia sobre la que se construya un nuevo Ejecutivo. Por este motivo, que o bien el Govern o bien la mayoría que lo sustenta sean lo más transversales posible daría al Ejecutivo una base muy necesaria ante los retos que tiene por delante.
Porque no cabe llevarse a engaño: el hecho de que votar en plena pandemia haya silenciado en gran medida el debate político no implica que los retos no sean serios. De entrada, por supuesto, está la gestión de la pandemia. Pero mientras se forma Govern, Cataluña debe estar muy pendiente de cómo se reparten los fondos europeos. Cataluña no puede perder oportunidades para que su economía mantenga la competitividad gracias a los fondos. No están ni mucho menos los tiempos para perder comba.
Y encima de la mesa hay una oportunidad que los partidos no deben perder: la del diálogo. La sociedad catalana ha votado de forma clara por la negociación política. Las elecciones las ha ganado el PSC, y ERC es la formación con posibilidades realistas de alcanzar la presidencia. Ambos partidos creen en la negociación para solventar el conflicto catalán. La del diálogo es una bandera que quienes aspiren a gobernar deberían asir con fuerza lo antes posible.
Es una bandera de la que el president de la Generalitat valenciana, Ximo Puig, es defensor y por la que volvió a apostar desde esta comunidad vecina en el día después de los comicios catalanes. El socialista líder del Consell dijo que el nuevo Govern debería estar vinculado al interés general y olvidar fórmulas que ya han fracasado.
A Cataluña no le conviene otro Ejecutivo inestable que solo tenga en común que los socios formaban parte del mismo bloque con mayoría