El centro derecha
Dónde está el centro derecha? Esa pregunta me la hacía un señor entrado en años ayer por la mañana, tras ver los resultados electorales en Cataluña. Desgraciadamente, le dije, el centro derecha está en una penosa travesía del desierto y veremos si va a tener bastante agua en la cantimplora para resistir. Mal está la cosa. Aquel espacio que logró José María Aznar, con la colaboración de Miguel Ángel Rodríguez (hoy spin doctor de la presidenta Ayuso), fue finiquitado lentamente por el propio PP mientras Mariano Rajoy leía Marca y se fumaba más de un cigarro puro, creyendo que el imberbe de Barcelona que comenzó la carrera política posando en pelotas, Albert Rivera, no era más que un friki con ganas de notoriedad. Tampoco mostró inquietud Rajoy cuando en sus propias filas comenzó a detectarse la voz de un joven inquieto, Santiago Abascal, que al poco acabó formando partido propio. Rajoy siguió con su talante gallego en plan «el sentido común, es el sentido común» y todo un dechado de frases de gran pensador. Primero Ciudadanos y después Vox usurparon millones de votos al partido que Aznar había convertido en la suma de todas las derechas y ejemplo de maquinaria electoral. Hoy las siglas de Abascal son la luz que brilla en la órbita conservadora: 11 diputados en el Parlament y representación en todas las provincias catalanas. Por contra, Ciudadanos está hundido en la miseria, con la pérdida de 30 escaños y el PP fracasa al perder un parlamentario y quedarse solo con tres.
La fortaleza del centro derecha resulta vital para una mejor vida democrática del país y ahora mismo está en horas bajas. Pablo Casado, voluntarista y buen orador, está encadenado a la potente maquinaria del PP. Seguramente le ocurre, valga el paralelismo, igual que al papa Francisco cuya voluntad de cambio choca con insalvables límites. Y digo esto, porque desde el magistral discurso de Casado en la moción de censura a Pedro Sánchez, la inacción viene siendo el pan nuestro de cada día, demostrando aquello tan verdadero del refranero español: «Predicar no es dar trigo». La reaparición estelar de Bárcenas, esperada en el seno del PP digan lo que digan y aunque en torpe estrategia apunten a torticeras maniobras de la Fiscal General, es la realidad latente que dejó en herencia Rajoy. Casado, que es un tío con ganas, no tiene más remedio que sacar el sable, sin perder ni un instante, y cortar cabezas a diestro y siniestro en toda España. Si no es capaz de renovar el partido de arriba a abajo, aunque paguen justos igual que pecadores ya que la cercanía de muchas caras con el pasado indeseable sigue siendo una losa añadida, la madera de buen líder quedará reducida a la nada y quien más va a perder es el conjunto de la sociedad española. Es imprescindible un partido de centro derecha fuerte que garantice la alternativa de gobierno. Ahora mismo el PP, con Bárcenas cantando, vuelve a estar bajo sospecha. Un lastre más que añadir al peso que el partido viene soportando en los ya muchos años sufriendo las consecuencias de comportamientos nada ejemplarizantes de una serie de personajes que, durante años, detentaron el poder territorial de los populares. Aquí, en la Comunitat, hay especial experiencia con los casos Alperi, Camps, Fabra, Costa, Rus, Zaplana, Castedo y un suma y sigue.
Teodoro García Egea, secretario general del PP, podrá decir lo que quiera y minimizar el desastroso resultado electoral obtenido en Cataluña, pero la realidad es tozuda. Tal vez, un partido serio, decisivo, con grandes servicios prestados a España, necesario para la estabilidad democrática, debería contar con un portavoz más solvente. Además.