ERC se da prisa por amarrar el nuevo Gobierno catalán
Pere Aragonès iniciará de inmediato negociaciones con ‘Junts’, CUP y ‘comuns’ Junqueras da otro portazo a una entente con el PSC por ser partidos «antagónicos»
ERC no se apea de la hoja de ruta preparada con mimo hace unos meses y que pasa por un Govern de concentración proamnistía y prorreferéndum de autodeterminación. Es decir, con JxCat, la CUP y los comuns. Los resultados del 14-F cumplieron con las expectativas de los republicanos y les situaron en el centro del tablero, convirtiendo en pírrico el triunfo en votos del PSC.
Pere Aragonès se siente cómodo en ese rol de mano tendida hacia el resto de fuerzas soberanistas e independentistas y anunció el inicio «inminente» de las negociaciones encaminadas a encauzar la investidura y el Govern. Porque otra pata del papel que se ha arrogado, de hacedor de consensos, incluye la de hombre de estado que sin tiempo que perder en medio de una situación pandémica. Y razón, en este caso, no le falta.
RESPUESTA SUAVE Y es quizá el covid, su triple crisis (sanitaria, social y económica) que ayudó tanto a la pérdida de 25 puntos de participación electoral, el que ha empujado a JxCat a dar una respuesta suave y solícita a los resultados. Contra lo que esperaban algunos, también republicanos, los posconvergentes no han utilizado el escaño y 35.000 votos de distancia para elevar el precio de un pacto con ERC que parece inevitable. El puigdemontismo cuenta con el favor de la historia reciente y la paridad en el Ejecutivo catalán cuando fueron ellos los que obtuvieron 12.000 votos y dos escaños de colchón sobre los republicanos.
Estas prisas de ERC y de Aragonès se observan en la propuesta republicana de vincular un pacto de investidura con uno sobre los ejes básicos de un nuevo presupuesto de la Generalitat. Una forma de atraer a los comuns a un acuerdo, habida cuenta de que lo más difícil para Catalunya En Comú Podem, pactar unas cuentas de un Govern presidido por un posconvergente, ya lo hizo en abril del 2020. Ergo, con un president de izquierdas y el agravamiento de la crisis social y económica a las puertas, cuando se acaben los ertes y se acumulen ya más de un año de restricciones a la actividad económica, piensa ERC, el acuerdo debería de ser, como mínimo, igual de difícil, cuando no menos.
Pero eso sería solo la investidura. Y en los números republicanos, si se pacta con Junts, ese proceso parlamentario no es la máxima preocupación. Entre otras razones porque la simple abstención de los comuns, por lo anteriormente dicho, o de la CUP, con el fin de defender esa mayoría independentista de 74 diputados (nueve de ellos suyos, su segundo mejor resultado) bastarían para convertir a Aragonès en president.
La formación de Govern es harina de otro costal. Junts ya ha dicho que no quiere compartir mesa en el Palau de la Generalitat con los comuns. Y estos han dicho lo mismo de Junts. Difícil levantar el doble veto. Jéssica Albiach insistió ayer en la entente de izquierdas.
Queda la CUP, que será la primera fuerza con la que se reúna ERC por ser, alegan los republicanos, «un actor indispensable y uno de los partidos que han salido más reforzados». Aquí Junts, vía Laura Borràs que defiende un Govern 100% secesionista, ya ha apremiado a abrir negociaciones. Y los anticapitalistas, en campaña, han dicho, a veces, cuando no se desmentían, que estaban dispuestos a entrar en el Ejecutivo Sin ir más lejos, Dolors Sabater lo reiteró ayer. Eso sí, falta conocer sus exigencias y sortear, luego, sus rocambolescos sistemas de toma de decisión asamblearia.
¿Habrá contactos con el PSC de Salvador Illa? Por si la cuestión no había quedado clara en campaña con decenas de afirmaciones y un manifiesto anti-Illa, tanto la portavoz, Marta Vilalta, de manera elegante («nuestra prioridad son los partidos independentistas y soberanistas»), como de una manera más brusca, Junqueras («ERC y PSC somos los partidos más antagónicos de Cataluña») dieron carpetazo al asunto. Súmese que ERC, en la noche electoral y en la resaca de ayer, culpó directamente a «todo el entramado del Estado», en el que se incluye al Gobierno, de haber forzado la celebración de los comicios este domingo, en lugar del 30 de mayo.
Otra de las razones por las que Aragonès puede desear un ritmo de pedalada alto en la negociación es evitar que el nuevo presidente del Parlament pueda acceder a la pretensión de Illa por acometer una investidura, que sería fallida. Albiach, con todo, reiteró lo expuesto en al noche electoral cuando previno a Illa, sin mentarle, de enzarzarse en una investidura «fake», sin tener los apoyos necesarios, para «no perder el tiempo». Otro punto en común, hay prisa.