«Tenemos que demostrar el trabajo que hay detrás»
La afición de este joven por la caza es familiar.
Con 5 años empezó a acompañar a su padre y a su tío al tordo. «A medida que fui creciendo iba a más sitios para ir a la perdiz y al zorzal, incluso a cotos fuera del pueblo. Eran días muy especiales», cuenta Rafael Morro, que a los 17 años se sacó el permiso de armas. Aficionado a la caza menor con perro, destaca como pieza principal la perdiz, «la reina de la caza, pues obliga a estar preparado físicamente, los montes de esta zona son complicados», detalla.
Rafael tiene dos perras y ambas tienen un significado especial. Son una parte de la familia: «Sin ellas, probablemente, no sería cazador. No entiendo la actividad sin mis perras». Jara es un setter inglés y decidió ponerle ese nombre porque es la primera que ha tenido para cazar y cuando era pequeño la primera perra que conoció cuando acompañaba a su padre «se llamaba así». También está Luna, un drathar que se llama así por una mancha en el pelaje que parece una luna.
«Decidí formar parte de la JOCACV, porque somos los jóvenes quienes tenemos que tomar la iniciativa y luchar por lo que ahora hemos vivido en la caza, con un buen relevo generacional», explica. Una de las cosas que le preocupa y que ve que es necesario cambiar es la imagen que la sociedad tiene sobre el cazador y demostrar todo el trabajo que hay detrás. «Abatir una pieza es el último eslabón y muchas veces ni se produce», apostilla el joven cazador.