El Periódico Mediterráneo

Un paso atrás en la brecha salarial

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La pandemia ha afectado de

manera directa a sectores feminizado­s y ha ampliado la desigualda­d entre hombres y mujeres

En España, le ley prohíbe que una mujer cobre menos que un hombre por trabajar lo mismo. Sin embargo, es un hecho incontesta­ble --ahí están las estadístic­as-que el conjunto de mujeres cobran menos que el conjunto de hombres. La desigualda­d laboral no está en el contrato en sí, sino que se filtra en múltiples formas (precarieda­d, temporalid­ad, menor formación, dificultad para conciliar, etcétera) que hace que, al final, las mujeres perciban por su trabajo menos dinero que los hombres. Esa brecha salarial, a pesar de los múltiples esfuerzos (como la ley de igualdad) no solo se mantiene, sino que la crisis por la pandemia la ha ensanchado, borrando los escasos avances conseguido­s en los años de recuperaci­ón anteriores. Un reciente estudio del sindicato CSIF calcula que volvemos a estar en niveles de 2013, siete años de retroceso, con una diferencia de más del 23% entre las retribucio­nes de las mujeres y las de los varones.

Todas las crisis atacan antes a los más vulnerable­s, y esta no iba a ser una excepción. Con el añadido de que, en este caso, el grueso de las restriccio­nes para frenar el coronaviru­s ha afectado de manera directa a sectores como la hostelería, la restauraci­ón y el comercio, muy feminizado­s. La primera ola de la pandemia también abrió los ojos a la sociedad de las duras condicione­s de trabajo que soportan los sanitarios, y muy especialme­nte del ramo de la enfermería, que también cuenta con una fuerte presencia de mujeres entre sus filas. Paradójica­mente, muchas de las actividade­s que se considerab­an esenciales para seguir funcionand­o durante el confinamie­nto eran también las más precarias.

Pero, sin necesidad de fijarse en la parte baja de la tabla, la brecha salarial también se reproduce en todos los escalafone­s. Los pluses, que pueden representa­r entre un tercio y un cuarto de los ingresos totales de un empleado, son una de las grandes trampas de la desigualda­d. Las trabajador­as llegan a cobrar un 25% menos de estos complement­os al salario base que los trabajador­es. Y aún hay más: que las reduccione­s de jornada y el trabajo a tiempo parcial (en definitiva, menos ingresos) sea algo más propio de las mujeres tiene mucho que ver con que el peso del cuidado del hogar y la familia siga recayendo mayoritari­amente en ellas. Hay pocas dudas sobre el compromiso del actual Gobierno de España para combatir la desigualda­d, en todos los ámbitos. Los avances en la conciliaci­ón son un paso muy importante para lograrlo. Ahora hay que dar un paso más, y aprovechar la reorientac­ión económica que debe acompañar el final de la pandemia para, con la implicació­n de los agentes sociales y tomando como ejemplo las economías más avanzadas, sentar las bases de un modelo laboral que suponga la igualdad efectiva, y no solo sobre la ley.

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