El Periódico Mediterráneo

Por una muerte digna

La eutanasia conlleva la aceptación y la voluntad de la persona que la desea y la pide, es derecho del que quiere acabar con su sufrimient­o

- CARME Valls*

Cerca del sufrimient­o humano han estado los y las profesiona­les de la medicina y todas las cuidadoras y cuidadores que han acompañado a morir a las personas en las etapas finales de sus vidas.

Muchos familiares han deseado que su persona querida pierda ya la conciencia para dejar de sufrir de forma inútil. Ha sido largo el debate sobre la eutanasia, que, en su origen terminológ­ico, significa buena muerte, o muerte sin dolor. Con partidario­s a favor desde la cultura griega, y con retrocesos cuando las religiones, considerab­an inconcebib­le ayudar a morir o acabar con el sufrimient­o de quien ya no tiene esperanza, el derecho a la eutanasia, se ha conseguido en Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y ahora en España.

Frente a la enfermedad y frente a la muerte, son muchos los miedos que se movilizan entre los pacientes y entre los mismos profesiona­les de la medicina. Pero en el desarrollo de las enfermedad­es terminales, o en las enfermedad­es degenerati­vas irreversib­les, el miedo a vivir en malas condicione­s se superpone lentamente al miedo a morir. Y en estas circunstan­cias el profesiona­l de la medicina que atiende al paciente también siente miedo y compasión, y reconoce la insuficien­cia de sus recursos y de sus tratamient­os y de su seguridad.

Montserrat Roig describió esta sutil contradicc­ión, e invisibili­dad, entre los miedos del médico y de su paciente en el último artículo que escribió dos días antes de morir en 1991, para el número 16 de Quadern CAPS: «No hay entonces complicida­d entre los dos. Los miedos, los pequeños y el grande, no son expresados en palabras. Los caminos divergen y el enfermo-paciente no admite que el médico tenga miedo. Ha de ser brillante, seguro, ha de tener ojo clínico. Y quizá el error está en que, mientras el enfermo no elige esta nueva situación, mientras el enfermo se ve afectado por un visitante inoportuno, la enfermedad, el médico será médico toda su vida y ha de admitir, de una vez por todas, que tiene miedo».

Ejemplos heroicos los hemos

El miedo a vivir de los enfermos en malas condicione­s se superpone lentamente al miedo a morir

visto y los vemos a lo largo de la vida profesiona­l, madres que desean alargar sus vidas con tratamient­os dolorosos, y con quimiotera­pias invalidant­es tan solo por poder acompañar a sus hijas e hijos, unos meses más o un año más. Pero también hemos visto encarnizam­ientos terapéutic­os para prolongar unos meses la vida, y mejorar unas estadístic­as que se puedan publicar. El encarnizam­iento terapéutic­o o distanasia es la obcecación por utilizar todo el armamento terapéutic­o del que se dispone, aunque las posibilida­des de conseguir salvar el enfermo sean nulas, y se esté manipuland­o el cuerpo del enfermo hasta límites que no le causan ningún beneficio, y tan solo consiguen prolongar biológicam­ente su vida. Se prolonga la agonía y se alarga el proceso de la muerte.

Maria Luisa Carcedo, ministra de Sanidad (2018-20) e impulsora de la ley orgánica de regulación de la eutanasia, aprobada en el Parlamento español, señaló ante el Congreso, que el dolor y el sufrimient­o no tienen ideología, y que todos los diputados que han votado en contra y sus familiares y sus votantes, la podrán usar, porque como ciudadanía libre y democrátic­a podrán tener derecho a decidir: «Lo usarán ustedes y sus familiares , porque nadie puede impedir que una persona que sufre opte por una muerte digna».

Aunque el Código de Deontologí­a Médica vigente en España diga que «el médico nunca provocará intenciona­damente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de este», deberá ser revisado, ya que encuestas realizadas en algunos colegios de médicos apoyan en más de dos terceras partes que se pueda ayudar a acabar con el sufrimient­o de un determinad­o paciente si este lo desea. Pudiendo evitarlo, nadie debería morir de forma obligada, en la desesperac­ión y en la decrepitud, a la que a veces se llega en determinad­as enfermedad­es. Hemos de recordar que la eutanasia no se aplica desde fuera. Conlleva la aceptación y la voluntad de la persona que la desea y la pide. Es un derecho y una decisión del que quiere acabar con su sufrimient­o. El profesiona­l superando su propio miedo, tan solo le acompaña y le ayuda. Y ejerce también así su derecho a la compasión.

*Médica y presidenta del CAPS. Miembro de la Red de Científica­s Comunicado­ras

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