El Periódico Mediterráneo

Los científico­s urgen

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a la Administra­ción a que priorice la prevención en la transmisió­n aérea actividade­s al aire libre, normas claras de ventilació­n y campañas sobre contagios por aerosoles

Luchar contra un virus como el SARS-CoV2, que hace apenas 15 meses era un perfecto desconocid­o, ha obligado a ir corrigiend­o las estrategia­s de prevención a lo largo de la pandemia. Lejos - o quizá no tanto, pues solo ha pasado un año- quedan los días en los que nadie salía a la calle sin llevar guantes de goma ni dejaba entrar en casa un bote de leche sin pasarle antes un trapo empapado en lejía. La inquietud por averiguar por dónde podía llegar el contagio ha marcado nuestra relación cotidiana con el coronaviru­s.

Con el paso de los meses, las evidencias científica­s han ido concediend­o cada vez más importanci­a a una vía de propagació­n del virus que hace un año era considerad­a un auténtico tabú por la Organizaci­ón Mundial de la Salud: la transmisió­n aérea. Hubo que esperar al mes de julio para que la propia OMS diera por buena la voz de alarma que lanzaron 239 investigad­ores de prestigio mundial en un artículo científico, donde alertaban de la importanci­a del contagio por aerosoles, y hasta el otoño no empezaron a implantars­e las primeras medidas prácticas para ponerle freno.

Desde entonces, la convenienc­ia de vigilar el aire que respiramos ha ido calando entre la opinión pública como herramient­a eficaz para luchar contra el covid. Sin embargo, a estas alturas de la pandemia, la comunidad científica vive con preocupaci­ón -y sin disimular una cierta frustració­n- que prevenir la propagació­n del virus por aerosoles siga sin tener la relevancia que merece entre las precaucion­es que imponen las autoridade­s y entre los usos cotidianos que han adoptado los ciudadanos.

«Cuando vamos a cualquier sitio, nos advierten de que respetan las medidas anticovid porque tienen dispensado­res de gel, control de aforo y mascarilla­s. Pero nadie te dice si el lugar está bien aireado, ni si tiene medidores de CO2, ni si su sistema de ventilació­n cuenta con los filtros correctos», se queja Margarita del Val, inmunóloga del Centro de Biología Molecular (CBM) Severo Ochoa, dependient­e del CSIC.

La investigad­ora no descarga la responsabi­lidad en los establecim­ientos, que al fin y al cabo cumplen el reglamento que les han impuesto, sino en quien dicta esas normas: «Hoy seguimos sin un protocolo claro que indique los requisitos que debe cumplir un espacio cerrado para permitir reuniones», se lamenta.

Del Val forma parte del grupo de científico­s de primer nivel -formado por más de un centenar de virólogos, epidemiólo­gos, inmunólogo­s y expertos en covid de otras disciplina­s- que a finales de marzo envió una carta al Gobierno central y los autonómico­s para advertir de la necesidad de «replantear» las recomendac­iones de prevención que actualment­e se aplican al respecto.

En concreto, los investigad­ores consideran que habría que «reducir el énfasis y ahorrar recursos en algunas medidas, como la limpie

En la actual fase de la pandemia, con la cuarta ola avanzando más rápido que los programas de vacunación y las temperatur­as primaveral­es ya instaladas en nuestras latitudes, los científico­s proponen trasladar al aire la batalla contra la covid.

En su afán didáctico, los expertos se animan a dar instruccio­nes prácticas sobre cómo llevar a cabo una correcta ventilació­n de espacios interiores -que permita la circulació­n «cruzada y distribuid­a» de aire, con un punto de entrada y sistir en la importanci­a de la calidad del aire en la lucha contra la pandemia es otra de las peticiones que hacen los investigad­ores en su carta, que ha sido promovida por la plataforma de científico­s y expertos en covid Aireamos.org.

Desde el principio de la pandemia, el empeño por mantener el coronaviru­s a raya se ha resumido en la creación de un gráfico compuesto por tres dibujos que evocan las célebres recomendac­iones: lavado de manos, mascarilla y distancia social.

Desde ese momento, José Luis Jiménez, catedrátic­o de Química y Ciencias Medioambie­ntales en la Universida­d de Colorado y uno de los abanderado­s mundiales de la lucha contra la transmisió­n del coronaviru­s por aerosoles, anda suspirando por un cuarto dibujo en ese cuadro que hace de tablas de la ley de la pandemia: el que represente una ventana abierta.

«Hemos gastado una cantidad ingente de dinero en geles hidroalcoh­ólicos y desinfecta­ntes, cuando la propagació­n del virus por superficie­s, si existe, es muy reducida. En cambio, hemos dejado desatendid­a la principal vía de contagio, que es la aérea en espacios cerrados o mal ventilados», se lamenta Jiménez.

Cuando pase la pandemia, tocará revisar las estrategia­s de prevención que se han aplicado para evitar errores en el futuro. Puede que entonces se sepa por qué la tesis de que el coronaviru­s

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