«Adoptar ciertas rutinas evita la enfermedad, muertes y cierre de negocios»
za de superficies». A cambio, proponen «conceder prioridad máxima a la reducción del riesgo de contagio por inhalación del virus», señalaron.
En su escrito, los científicos hacen ocho recomendaciones, la mayoría de las cuales tiene que ver con el aire. Entre ellas figura la promoción de actividades en exteriores -con petición expresa de que se mantengan abiertos los parques y jardines, ahora que ha llegado el buen tiempo, y se vigilen las terrazas con cerramientos que impidan la ventilación- o la implantación «urgente y generalizada» de medidores de CO2 para verificar la calidad del ambiente en sitios cerrados. otro de salida de la corriente- y señalan las tasas mínimas de aire en movimiento que se consideran adecuadas: por encima de 12,5 litros por segundo y por persona.
«Tener en cuenta estas medidas no es tan difícil. En multitud de colegios han incorporado el medidor de CO2 al material escolar con normalidad y los propios alumnos saben cuándo el ambiente está demasiado cargado y conviene ventilar. Se trataría de popularizar el uso de estas herramientas y adoptar estas rutinas porque, realmente, sirven para evitar cierres de negocios, enfermedades y muertes», advierte Margarita Del Val.
Poner en marcha campañas de concienciación ciudadana para inse propaga por el aire ha tenido que remar a contracorriente.
«Cuando llegó la pandemia, el pensamiento dominante en la OMS era que las enfermedades víricas solo se trasmiten por gotas y contacto, salvo virus muy raros, y esa idea se adoptó como un dogma sin comprobar las evidencias científicas», explica José Luis Jiménez. Aquella desconfianza inicial hacia los aerosoles ha permanecido hasta hoy. «La gente está ahora más pendiente de la calidad del aire, pero no en proporción a su influencia en la propagación del virus», advierte el catedrático de Ciencias Medioambientales.