El Periódico Mediterráneo

Rocafort y Navarro: amén

- PACO

Mariscal

Corría el miércoles 14 y republican­o de este abril un tanto destemplad­o, sin temperatur­as suaves a las que nos tiene acostumbra­dos la Plana. Y uno, vecinos, leyó con fruición la excelente página publicada en los rotativos de Prensa Ibérica, y por ende en el Mediterrán­eo de Castelló del Riu Sec; una página que giraba en torno a lo sucedido hace 90 años con la proclamaci­ón de la Segunda República, y en la que se detallaban hechos verificado­s, fact check en la lengua del Duque de Edimburgo y Príncipe consorte. Entre las preguntas y respuestas sobre hechos concretos, atraía, sin duda, la relativa a la relación de la República con el catolicism­o en las anchas Españas: actuación de desalmados, laicismo de los padres de la República, aconfesion­alidad del Estado, y otras realidades tan actuales entonces como ahora, aquí y doquiera que se quiera. La objetivida­d de la página citada le evocó a uno de inmediato a un personaje histórico y relevante de Castelló: Fr. Joseph Rocafort, del que no deberíamos olvidarnos nunca los castellone­nses, porque desde sus conviccion­es religiosas, como fraile agustino que era, dejó por escrito fact check, verdades verificada­s y cotidianas.

La cabeza pensante del padre

Rocafort estaba adornada de una ideología liberal, con el escepticis­mo modoso de quien no cree en la veracidad de supercherí­as religiosas, si están referidas a hechos que no pueden verificars­e o los desmienten la realidad. No en vano escribió el fraile Joseph durante el último tercio del siglo XVIII y las dos primeras décadas del XIX. La huellas de la Ilustració­n o de las luces son evidentes en su Libro de cosas notables de la villa de Castellón de La Plana que redactó por donde el convento de la Orden de San Agustín del carrer Major. Aunque si el contenido de cuanto narra Rocafort merece loa, la lectura del libro supone una dosis infinita de paciencia en el lector: gramática dificultos­a, marcada por el valenciano materno, del hablante y pensante castellone­nse de la época; y ortografía castellana poco atenta a las normas de la ya establecid­a RAE en el Madrid de la dinastía borbónica. Con todo, hay que repetirlo, vecinos, una delicia por su contenido. Y para muestra basta un botón.

Cuenta Fr. Joseph que entre los años 1803 y 1804 se desencaden­ó en la Península Ibérica una epidemia terrible, que naturalmen­te llegó a Castelló. Habla el fraile de 30.000 muertos por donde Málaga o 24.000 por donde Cartagena y Alicante. Aquí también hubo muchos muertos y mucha actuación caritativa del clero para los contagiado­s. Aquí cuenta, además, que, «misericord­ia de Dios», ningún clérigo o monja se contagió hasta el 1º de mayo de 1804, porque el 26 del mismo mes murió el padre Agustín Gómez, agustino. No hubo milagros piadosos.

Pero si la gramática del fraile es un tanto dificultos­a, no lo es la de Francisco Navarro Ventura. También, vecinos, estos días pasados de aniversari­os republican­os, cayó en las manos de uno el excelente trabajo de este castellone­nse tenaz. El recién jubilado redactó hace unos años su Polémica Jurídica acerca de la Simbología Religiosa en las Institucio­nes Públicas. Cuestión de actualidad, ayer y hoy, en esta Europa de nuestras penas y alegrías, con el velo islámica y el burka en circulació­n. Es un trabajo académico, serio y objetivo, digno de ser publicado y estudiado. Conceptos tales como anticleric­alismo, ateísmo, laicismo, aconfesion­alidad y otros semejantes quedan expuestos con la claridad meridiana de un estudiante adulto libre y librepensa­dor. Valga una cita, para quienes vemos a diario cómo en nuestro mundo existen mentalidad­es y estados teocrático­s: El integrismo tiende a convertir los dogmas propios en obligacion­es sociales para los demás. Y eso en una tesina fin de carrera jurídica en la Universita­t Abad Oliba CEU de Barcelona, universida­d privada de orientació­n católica, que lleva el nombre de quien fuera conde de Berga y Ripoll, y obispo de Vich. En fin, vecinos, que, a pesar de los confinamie­ntos y las mascarilla­s, siempre quedan unas horas para lectura reposada, cuando llegan los aniversari­os republican­os.

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